Recuerdo a un docente de secundaria que nos impartía la materia llamada Realidad nacional. Nos dio a conocer las diferencias entre política y politiquería, explicándolo de somera manera, la buscaría el bienestar colectivo y el bienestar individual. Desde esos tiempos esto caló en mí, que me hizo convencer y es algo que atesoraré hasta la posteridad, que la verdadera política sí existe, aunque en la actualidad se practique en ciertos casos politiquería y sea un asunto por resolver.

Hoy en día vemos cómo se promueve una especie de inclusión e inserción de jóvenes a la política, algo que puede ser interpretado desde diversas aristas, la más cándida, que se les involucra ya que los jóvenes con sus frescas ideas y sus impolutas hojas de vida, atraen público cansado de avinagradas políticas y ven ‘luz’ en rostros nuevos. Hasta ahí, bien, no obstante, hay una forma de pensamiento colectivo arraigado en el subconsciente de ciudadanos, y es que nada se regala, todo cuesta. Entonces, nos preguntamos qué podría urdir insertar jóvenes en política, cuáles serían los verdaderos motivos. Hace un tiempo escuchaba a un abogado en una entrevista que uno de los motivos por el cual a él no lo elegirían político era porque no sería manipulable. Usando el pensamiento crítico vemos otra realidad que no podemos simplemente inadvertir, y es que los jóvenes somos muy capaces, sobre todo cuando se es disciplinado y se da prioridad al trabajo de la cognición, pero la experiencia tiene importancia en unos tiempos donde todo se hace con premura y donde la paciencia y los principios son escasos. ¿Cómo los jóvenes podemos ayudar a nuestros países?, estudiando, desarrollando valores, la honestidad, responsabilidad, humanidad...; ennoblecen el alma, las generaciones anteriores parecían más conscientes de estos. (O)

Wladimir Alfredo Ruiz Solórzano, 27 años, psicólogo clínico, Rocafuerte, Manabí