Lo vivido en el país en estos últimos días es para investigar. Desde el punto de vista químico (ósmosis, permeabilidad...) el agua se mezcló con el aceite y desde el punto de vista de las ciencias políticas, la derecha ahora es izquierda y la izquierda es derecha; los progresistas ahora son conservadores y los conservadores son progresistas. En otras palabras, girondinos ahora son jacobinos y viceversa.

Hablar de ideologías es anacrónico, da licencia para defender la teoría de la muerte de estas.

El tema es que los acuerdos, alianzas o como quieran llamárselos, se han efectivizado por intereses electoreros, no por intereses ideológicos ni por vocación de servicio social. Y en esa argamasa de partidos, el rojo ahora es verde, el amarillo es azul…, y el blanco es negro. No defienden los colores de sus partidos políticos y sus filosóficas doctrinas sino las posibilidades de triunfo, los intereses personales, los cálculos burocráticos en la búsqueda de oportunidades. Nadie o casi nadie puede exhibir ya una trayectoria política sin mácula o sin remiendos. Lo propio pasa con los partidos políticos. De acuerdo con las conveniencias llegaron a pintarrajearse con los colores de otros partidos ubicados en los extremos meridionales de las ideologías. Por lo tanto, los caciques de esos partidos también están estigmatizados con esas conductas antinaturas. Últimamente, estas coaliciones se han plasmado también por conveniencias económicas, pues cada partido obtiene del CNE aporte que suma para gastos de campaña en detrimento de quienes salen ‘solos’ con un único aporte. El CNE debe poner freno a estas torcidas prácticas, no registrando alianzas cuyos credos no coincidan. Debería, en caso de haber coincidencias ideológicas, permitir alianzas, pero a nivel nacional y que estas se reediten en provincias, cantones y parroquias, como manera de correlacionar posturas y ordenar la administración en sus jurisdicciones. (O)

Eugenio Morocho Quinteros, arquitecto, Azogues.