En el mundo del teatro de los griegos y de los romanos se usaba el término jupokrites (hipócrita) para describir la tarea de los actores de aparentar lo que no es, de fingir y disimular su papel en la actuación. Ellos usaban máscaras con dispositivos para aumentar la potencia de su voz y así ser mejor escuchados por el público. Ellos eran, por decirlo, engañadores e hipócritas profesionales.

Jesús usó la palabra hipócrita por 20 ocasiones en los evangelios sinópticos, pero dándole una connotación peyorativa para definir la actitud del que engaña, del que pretende pasar por lo que no es y de aquel que busca ocultar sus verdaderos pensamientos, actitudes e intenciones ante los demás.

Calza maravillosamente la mentada palabreja para describir a muchos políticos y algunos ‘religiosos del siglo XXI’. Los primeros porque representan ante el pueblo el papel de conocedores y salvadores de la patria, con lenguajes y conductas que no se ajustan a la realidad sino a sus conveniencias, y los segundos porque pretenden delante de su prójimo pasar por justos y virtuosos sin serlo.

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Como dice el viejo refrán: al que le calce el guante que se lo chante. (O)

Gustavo Vela Ycaza, médico, Quito