He sido comprador de lotería por más de 34 años porque considero que la labor de la Junta de Beneficencia es grandiosa en beneficio de nuestra comunidad. Soy recurrente semanal de diferentes sorteos y por ende conozco de sus actividades. En el transcurso de todos estos años, siempre he preferido comprar a los vendedores ambulantes porque considero que ellos son el motor de las ventas. Siempre trato de recordar sus caras porque en caso de ganar me sentiría orgulloso de premiar su trabajo, además colaboro con sus economías familiares.

El caso que pretendo denunciar es la red de falsificación creada en la Península. Los billetes de la Lotería tienen un costo de $ 1 y $ 2, dependiendo del sorteo, salvo los casos de fin de año y fiestas nacionales. Estos estafadores muy hábilmente tachan el valor de cada guachito con una tinta muy parecida a la de los boletos, y el que no conoce paga $ 2 por un guacho que debería pagar $ 1.

Siempre he preferido comprar a los vendedores ambulantes porque considero que ellos son el motor de las ventas.

Es decir, estafan con el doble del costo más la utilidad que reciben por vender lotería. Los compradores no siempre saben de los valores de venta porque confían en el lotero. Una vez descubiertos, se hacen los locos y dan excusas ridículas de su accionar.

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Me pretendieron estafar tres de cuatro vendedores ambulantes, y al que le compré también tenía con y sin tachón los guachos, con la diferencia que sí los vendía a $ 1.

Sugiero que la Junta de Beneficencia tome cartas en el asunto e intente hacer marcas de agua en los billetes de lotería, y no pongan en el extremo izquierdo el precio, pues considero que eso facilita la falsificación.

¿Si estos boletos fueran favorecidos, serían válidos para cobrar con esos tachones y enmendaduras?

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Ojalá esta alerta logre ser escuchada. (O)

Carlos Alberto Mallarino R., Guayaquil