En la mañana, hace dos domingos en la calle muy transitada Las Monjas, en el semáforo que da a la avenida Víctor Estrada, Urdesa, un sujeto hacía piruetas montado en una bicicleta sobre un cordel. El tipo tenía un traje como los de circo, se equilibraba para no caer en los carros que estaban abajo esperando el cambio del semáforo. No había agentes de tránsito, policías; si lo hubieran visto, no lo multaban por tomarse la calle para actividad peligrosa.

Las ciudadelas Urdesa y Kennedy están repletas de hombres y mujeres que hablan con acentos colombiano, peruano, venezolano, cubano, etc.; muchos mochileros, equilibristas, tienden cordeles, cables, soportes para ‘espectáculos’ de la cuerda floja; malabares con grandes bates de madera, cuchillos de hojas bien afiladas, machetes, antorchas mojadas en gasolina encendida con fuego, etc.; o manejan a mucha velocidad triciclos, motos, patines en las veredas. Entran a Ecuador como les da la gana con el derecho de “ganarse la vida”, se toman las calles. Vayan a pedir trabajo a sus presidentes. Faltan el respeto a la ciudad, los transeúntes, los ecuatorianos. Guayaquil y Ecuador, tierra de nadie. (O)

Diego Jaime Brito, Guayaquil