Nos desbaratamos por celular sentenciando de muerte a los criminales que roban y matan. Señalamos al presidente culpable de todo lo que pasa, exigiendo su cabeza para que venga otro y ahí “sí” solucione el problema de acuerdo a nuestro criterio, y de no hacerlo repetimos la fórmula entrando en un círculo vicioso que se ampara en falsa sensación de seguridad.

Nuestra generación (años 70) está podrida al igual que la de nuestros padres y la de nuestros hijos, aquello no va a cambiar porque nuestros valores ya están estructurados que construimos esta sociedad distópica, habiendo apuntado a comportares y sueños utópicos... Nos queda un camino por seguir, difícil: cuidarnos, y entender que nuestros nietos son el futuro, la mayoría no ha nacido aún o sus mentes están en cero, ventaja que nos permitirá aceptar que el problema social radica en la familia. Hay que aceptar que un asesino matará porque esa es su esencia, fue engendrado en dolor, pobreza, abandono; a su madre y sus abuelos les pasó lo mismo, a ninguno les enseñaron calor de hogar. Tampoco a un violador, que no viole, cuando su vida fue destruida por un igual evento en su niñez; o a un corrupto a que no lo sea, cuando sus padres no supieron endilgarle que ser pobre no era delito y que ser pelucón no es obligación. Lo que sí podemos es exigir a nuestros gobernantes verdaderas campañas ministeriales de ayuda psicológica para los que están afuera, y verdadera rehabilitación para los que están adentro; y exhortar a nuestros hijos que instruyan a los de ellos, que nuestros errores sirvan de ejemplo sobre el posible camino erróneo que podrían llegar a tomar, convenciéndolos de que ser decente es para siempre una obligación, que el mal con el tiempo se multiplicará y si no paramos esta cadena de eventos se puede poner peor. (O)

Juan Alfredo Negrete Feraud, padre de familia, Guayaquil