El 24 de junio, Día del Sagrado Corazón de Jesús, hubo una gran victoria. Con el voto de seis jueces contra tres, la Corte Constitucional de Estados Unidos declaró inconstitucional el aborto, al derogar el fallo Roe versus Wade que abrió paso al aborto legal en 1973. Desde entonces, casi durante 50 años, el aborto ha sido “legal y seguro” en dicho país y en algunos Estados hasta los nueve meses de gestación, lo cual era un evidente infanticidio.

Si bien la Corte deja a consideración de cada Estado legislar sobre la temporalidad del aborto, la derogación del fallo es un triunfo de la vida, por numerosas razones. Primero, porque actualmente 26 Estados ya lo prohíben. Segundo, porque al restringirse el tiempo de gestación permitido para el aborto, se salva la vida de miles de bebés no nacidos y eso es demasiado importante. Tercero, porque será cuestión de tiempo, trabajo y oración que en los Estados restantes se prohíba totalmente el aborto. Cuarto, porque es un magnífico precedente para los otros países que han legalizado el aborto como un ‘avance social’, en cuanto sea posible que sus respectivos gobiernos y legislaturas revean la decisión, y por muchas razones más que el tiempo se encargará de revelar. Desde muy joven soy una activista provida en el Ecuador. Recuerdo con emoción aquel grito de los jóvenes provida del mundo, “si ha caído el muro de Berlín, cómo no va a caer el aborto”, y doy gracias a Dios que vivimos para presenciarlo. (O)

Olga Lucía Muñoz Reyes, Quito