Desde muchacho me ha gustado, conforme me lo permitía mi tiempo, escuchar la radio que transmite las intervenciones del congreso, ahora Asamblea Nacional. El 16 de junio pasado, alrededor de las 12:30 cometí la imprudencia de sintonizar la estación de radio referida y Diosito me dio la paciencia de escucharla por más de cuatro horas, un sinnúmero de intervenciones referidas al paro de los indígenas, a la derogatoria parcial de la ley humanitaria y sobre una ley que ha desarrollado el Senado de Estados Unidos sobre Ecuador. Nunca imaginé sentirme tan triste, preocupado, decepcionado. Percibí una gran diferencia entre las instructivas intervenciones de antaño con las que escuché ese día, vacías de todo sustento y racionalidad; prevalecía el interés político personal y lo que menos parecía era que tuvieran verdadera y sana preocupación por los problemas del país.

¿Será que algunos asambleístas se ríen de nosotros o pensarán que los ecuatorianos somos tontos, lelos? Entiendo por qué mucha gente manifiesta que una de las formas de malgastar los dineros que pagamos en impuestos es sosteniendo la Asamblea.

Pero, se reitera, los culpables somos los electores, de ahí la insistencia: trabajar duro para mejorar la educación y la democracia; con ello, las otras soluciones vendrán por añadidura para alcanzar el desarrollo que tanto reclamamos. (O)

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Alfredo Navarrete, ingeniero industrial, Guayaquil