Hace poco se inició el curso lectivo 2021 – 2022 para escolares y colegiales del régimen Costa y al parecer a las autoridades de educación no les preocupa el alarmante número de estudiantes que han abandonado sus estudios debido a obstáculos que serían salvables si se les pone inteligencia, profesionalismo y amor al prójimo, especialmente a ese prójimo desvalido que lo constituyen los niños y jóvenes de los sectores pobres de la geografía nacional.

Resulta doloroso ver que desde sus escritorios y despachos funcionarios orondos piden que se recupere la enseñanza presencial, cuando no todos los profesores y menos los escolares han sido vacunados contra el COVID-19. Durante la pandemia las clases son virtuales, cuando la inmensa mayoría de estudiantes por sus escasos recursos económicos carecen de computadoras, tablets, teléfonos celulares y del servicio de internet, el mismo que no llega a todos los centros poblados y si llega su costo es oneroso para la paupérrima economía popular. En estas circunstancias, las autoridades educativas y gubernamentales en general deben evitar que se siga perjudicando a los estudiantes, que puedan recibir clases; hay que salvarlos de la ignorancia y la pobreza que provoca la falta de estudios. Es una obligación social y humanitaria que tenemos como sociedad, especialmente los gobernantes, que la enseñanza llegue a sectores hoy impedidos de recibir clases regularmente. Bien podrían los expertos educativos diseñar, con base en los programas escolares existentes, cursos que se emitan por las estaciones televisivas públicas en horarios escalonados, durante todo el día en los canales estatales e incautados. No es difícil y se puede lograr con voluntad, solidaridad y patriotismo. Opino que es irracional, injusto y inhumano ver impávidos cómo miles de niños y jóvenes están perdiendo su futuro ante la inacción gubernamental frente a un problema que requiere de prácticas y urgentes soluciones. (O)

José Teófilo Villón Barros, Guayaquil