Ante los conflictos sociales, efectivamente el diálogo es el arma de las personas civilizadas para aprender a convivir, pero no podemos hacer oídos sordos o mirar para otro lado ante las injusticias de siglos que son evidentes.

En un diálogo, para que no quede en disputas verbales, hay que aclarar términos y ambas partes deben ceder para llegar a acuerdos o compromisos que luego deben cumplirse, caso contrario no solo es una pérdida de tiempo, sino una burla; la palabra se desgasta, pierde credibilidad y causa un descontento que se convierte en un desencadenante con consecuencias nefastas. Recordemos, la conquista de los derechos ha costado a la humanidad, a lo largo de la historia, sangre, sudor y lágrimas. (O)

Cristhiam Carpio Castro, máster en Educación, Daule