La construcción del nuevo aeropuerto de Guayaquil está ‘en veremos’. No hay fecha cierta para su traslado a Daular y sigue donde fue construido a mediados del siglo pasado. En el 2015 fue el mejor aeropuerto de Sudamérica; cayó al cuarto lugar, y ahora corre el riesgo de no estar entre los 100 mejores del mundo. Esto coincidió con el traslado del aeropuerto de Quito a Tababela en el 2013, y en plena pandemia fue reconocido como mejor aeropuerto de Latinoamérica y Caribe.

En cambio, en Guayaquil el Municipio compensó a la concesionaria por las pérdidas del primer año de la pandemia, prolongando dos años más (o sea hasta el 2031) la concesión del aeropuerto que data del 2004 y firmó la octava adenda al contrato de concesión que más parece el cuento del gallo pelón. ¿Será cierto aquello de que el país solo podía construir una nueva terminal en Quito o Guayaquil? Mientras tanto, la vía a la costa es un ‘infierno’, no se conocen cuáles serán sus vías alternas, sigue llenándose de planes habitacionales y es el único polo de desarrollo que tiene Guayaquil. Creo que la opción para aliviar su tráfico, con o sin aeropuerto, es construir un túnel por debajo de la cota 100, para conectar con el norte de la vía Perimetral y no afectar el Bosque Protector Cerro Blanco. Este túnel sería de unos 7 kilómetros de largo, como el que hizo Cedegé hace 25 años para cruzar el canal del trasvase. Por la cabecera norte del túnel se debería hacer una variante para salir por la Espol, y por el otro lado llegar cerca de la presa de Chongón. La piedra caliza extraída se podría convertir en cal, cemento o material de construcción. Países como Colombia, cuya geografía es como la nuestra, tiene al menos 10 túneles que varían entre 9,8 y 3,5 kilómetros de longitud. Nosotros no los hacemos desde la época del ferrocarril. (O)

Carlos Luis Hernández Bravo, ingeniero civil, avenida Samborondón