La lucha es eterna sobre el presupuesto, por un Estado desfinanciado. Es verdad que la economía de mi Ecuador del alma está siempre cada año tratando de obtener mayores ingresos para financiar su presupuesto.

El Gobierno nacional se ha negado –con mucha sensatez– a subir el IVA (impuesto al valor agregado), que es uno de los más severos impuestos en cualquier parte de este mal llamado planeta Tierra, si lo que más tenemos es agua, y salada. Los genios agoreros han calificado que la programación presupuestaria 2021 se pinta como la de un gobierno de transición y que desde el 2022 las cosas serán distintas y ambiciosas. Típicos ecuatorianos, dejamos todo para el último. Ecuador ha perdido demasiado tiempo en dejar para mañana lo que puede hacer hoy. Debe tomar otra vez el control de la recaudación porque ahí está el éxito del IVA, no en su aumento, que todos los recaudadores entreguen esos valores a tiempo a las cuentas del fisco y no cuando les da la gana, tarde o nunca. No hay las visitas de los verificadores acompañados de militares para certificar si se emiten facturas o no a los clientes, usuarios, por la adquisición de un servicio, de un bien, etc.

El Servicio de Rentas Internas –SRI– al parecer soltó la rienda del control, la recaudación y la inspección de la facturación, entonces todo el mundo juega al pepo y trulo, y no se entregan las facturas de las ventas o de los servicios, cobrando el impuesto y evadiendo la entrega al fisco; perjudicando a todos los ecuatorianos porque los impuestos son la forma más idónea de la redistribución del ingreso per cápita.

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Señor Guillermo Lasso, presidente de la República, dote al SRI de todo lo que sea necesario para que las recaudaciones de los impuestos generados por el IVA, por todos los consumidores, lleguen a las arcas fiscales. (O)

Francisco Iván Granja Ortiz, doctor en contabilidad y auditor, Quito