El caso Yunda deja las siguientes lecciones:

Una gestión pública no puede seguir contando con gente improvisada que no sabe de materia pública, no sirve siquiera para ser buen administrador privado. En materia pública se hace estrictamente lo que determina la ley y aunque los procesos para la destitución, a mi juicio, han estado correctos en el marco de la ley, eso no quita todo el desperdicio de tiempo que tuvieron los concejales haciendo el teatro y show pidiendo que el alcalde renuncie, cuando debían limitarse de los medios públicos y hacer su trabajo correctamente. Y los procesos de fiscalización y control se desarrollaron en un ámbito más cercano a los intereses políticos que al normal procedimiento técnico de valoración y presunción de la gestión pública. Se notó que frente a la fragmentación política que significaron las pasadas elecciones para alcalde de Quito, la ciudadanía se alejó del control social y de la atención que se debe obligar y así fomentar la participación ciudadana, especialmente el control social.

Señor Yunda, esto ha pasado por intereses políticos que no supo dirigir, gestionar y administrar; no supo gobernar. También por su desconocimiento y por dejar que otros usen su nombre para dirigir el cabildo, y desconocer los proyectos de la capital quiteña y dedicarse a lo que muchos acostumbran, al clientelismo y paternalismo, condiciones que debemos desechar de una vez por todas de toda la gestión pública. (O)

Publicidad

Édison Patricio Mafla Mantilla, abogado, Quito