En peluquerías, tiendas de centros comerciales, restaurantes, cine, filas, centros de estudio, no solo se oye a hombres sino a mujeres, muchas jóvenes de 15, 16, 18 años, ni decir de las mayores, viejas de 24 años, 30, 36, 40, 50, tienen bocas vetustas que vomitan vulgaridades que tal vez en cárceles no se oyen ni dicen.

Entre ‘amigas’ se dicen hija de tal, zorr..., cara de tal..., mamaracha, se mandan a la casa de... aquel nombre que un exdictadorzuelo patán que está prófugo de la justicia, en una de sus exsabatinas de odio y complejo hizo pronunciar a todo volumen, riéndose, a los adolescentes estudiantes de un colegio, dizque preguntándoles cómo se llamaba el palo largo que atraviesa el mástil de un barco.

La patanería, vulgaridad, dan asco. (O)

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Atilio Villagrán, Guayaquil