Cuando preguntamos a nuestros familiares y amigos qué harían con 1.000 dólares si te los regalaran, lo primeros que tendemos a decir –sobre todo los que tienen un trabajo fijo, como dependiente– es indicar una serie de compras que harían como: ropa, teléfono celular, televisor, viajar, hacer fiesta, etc.; pero si le haces la misma pregunta a un emprendedor mal llamado informal, te diría comprar su materia prima para generar mayor ganancia.

No se trata de inteligencia sino de la forma como fuimos educados: gastar toda la mesada, no guardar nada, quedarse con el vuelto, pedir plata a los padres poniendo ‘ojitos de borrego con sueño’, evitar el esfuerzo y el sudor desde pequeños, que le regalen todo, el Estado le brinde todo gratis, lo ayuden los padres y abuelos, y tíos y hermanos solteros, etc. Luego nos enseñan a ser buen empleado, a no faltar ni a llegar tarde para que te puedan ascender, jubilarte, y de ahí buscar otra fuente de ingreso con la liquidación de 20 años.

Pero todo empresario exitoso lo que aconseja es buscar desde joven una segunda fuente de ingreso y no buscarla en el ocaso de tu vida productiva. Importante, levantar la cabeza de vez en cuando para verificar el rumbo de tu vida si está acorde con la realidad o solamente sigues soñando con tener un buen vivir sin tener ningún plan. No esperemos de los gobiernos de turno para salir adelante.

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Si necesitas de una mano amiga para poder salir adelante, posiblemente sea tu otra mano. El cambio lo hacemos cada uno de nosotros, pero si esperamos grandes transformaciones en nuestras vidas, no sigamos haciendo exactamente lo mismo todos los días. La educación financiera también es saber trazar un plan a mediano y a largo plazos y siempre el mejor momento para comenzar es hoy. (O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Periodismo, Guayaquil