El 14 de noviembre se recordó el Día Mundial de la Diabetes, esa condición de vida invisibilizada para todos aquellos que no la padecen o no tienen un familiar que la sufran. Que haya un día que lo recuerde es la oportunidad de que las personas que la padecen –niños y adultos– y sus familias tengan voz, tengan un cuerpo, tengan un rostro ante los gobiernos de turno, ante nuestras autoridades, ante el común de las personas, que sepan que la diabetes es una enfermedad incurable y que si no es controlada puede llevar a la muerte, pero previamente va destruyendo cada órgano tocado por esta patología.

Es hora de que nuestros gobernantes solo cumplan con lo que la Constitución indica, y que el acceso a los insumos necesarios, como insulinas, tiras reactivas, lancetas, etcétera, que se necesitan, sean accesibles económicamente y, por qué no, gratuitas, porque esta condición continúa de por vida. (O)

Jorge Luna Jijón, Guayaquil

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