Poco a poquito el queimportismo va borrando de los ecuatorianos el recuerdo del latrocinio de $ 75 billones que la administración gubernamental más corrupta en la historia de la nación, con sus ‘mentes lúcidas’ y ‘manos limpias’ (ágiles), perpetrara en la década del ‘buen vivir’.

Hoy los préstamos heredados no se pagan con otros préstamos, ya que la liquidez monetaria brilla por su ausencia, en tanto la muchedumbre de necesitados clama por milagros que debe hacer el Gobierno: nuevas políticas para la seguridad, ayuda a los pobres, solucionar la falta de medicinas, mano dura a la delincuencia, castigar la corrupción, etc. En tanto, el pueblo no arrima el hombro para colaborar en dichos esfuerzos y soslayamos la realidad de que todo eso que exigimos demanda fuertes gastos de un capital que no existe. Añádanse las quejas de confederaciones indígenas que aseguran que los $ 500 millones mensuales que el país pierde por los pagos a subsidios no son suficientes, pues el Gobierno debe endeudarse más para darles más. Lo irónico es que estas personas que piden y piden se oponen a que el Gobierno empuje la explotación minera y petrolera, cuyas regalías aliviarían o pagarían las deudas que dejaron los de la mesa puesta sin mantel. Ingenuamente el presidente del país trata de acaramelarse con el comunista prófugo, aupando a lacayos de dicho exgobernante fugitivo con cargos en su administración e ignorando los cuantiosos destrozos de bienes públicos y privados (imperdonable y merecedor de castigo ejemplar) que causaron manifestantes en el paro nacional. ¿Acaso el presidente Lasso no se da cuenta de que lo quieren fuera de circulación? Es imperativa la cooperación del pueblo para que Ecuador algún día llegue a disfrutar la mítica luz al final del túnel. (O)

Luis Arturo Moncayo Figueroa, Santa Ana, California, EE. UU.