Con mis amigos de tertulias conversaba sobre el llamado del Gobierno a los centros de vacunación por el COVID-19.

Algunos de mis amigos y excompañeros ya se vacunaron. Me comentaron que tuvieron retrasos pese a llegar con media hora de anticipación, como les habían dicho por el correo electrónico. El promedio entre la hora indicada y la vacunación recibida fue de cinco horas, al día siguiente fue de dos horas una vez solucionados algunos inconvenientes. Recibieron la primera dosis y esperan la segunda. En los recintos a donde concurrieron fueron vacunados en primer lugar los que asistieron en sillas de ruedas, luego los que utilizaban andador, luego los que usaban bastón y finalmente las personas de la tercera edad que podían caminar solas. Escuché a otro amigo que fue a vacunarse, según el llamado que se hizo a los adultos mayores, al sector de Los Ceibos, y él vive en Samborondón y lo mandaban a otro lugar; él les dijo “de aquí no me muevo, ni salgo sin vacunarme”, y lo vacunaron.

Mi criterio en cuanto al orden de la vacunación es diferente al de mis amigos mayores (80 años), a los que debían haber vacunado primeramente era a las personas con relación de dependencia o no, trabajadores, los emprendedores y los vendedores ambulantes, pues están más expuestos al contagio o a contagiar, utilizan buses urbanos, taxis, aerovías, juegan a la pelota los fines de semana, realizan bingos barriales, toman sus traguitos con vecinos, utilizan lugares clandestinos para sus fiestas, etc.

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Estoy a la espera de que me indiquen el lugar y la hora para vacunarme, espero que sea pronto, que no sea que me contagie; tomo todas las medidas de seguridad en la casa. En estos días perdí a un nuevo familiar que enfermó del virus; primero se curó, pero por aspectos secuenciales respiratorios finalmente falleció. (O)

Sucre Calderón Calderón, abogado, avenida Samborondón