La vacunación a los ecuatorianos, que es la mayor tarea y el más grande desafío de toda la sociedad, no solamente del Gobierno, para evaluar si es correcta, eficaz, segura, debe ser comparada con las que tienen lugar en otros países. Eso les da objetividad a las apreciaciones y reduce la posibilidad de crítica subjetiva. Yo sugeriría que se haga la comparación, primeramente, con lo de un país cercano, con el que hemos tenido relaciones de amistad constantes. Este admirable país, Chile, tiene una población un poco superior a la nuestra, pero tampoco excede los veinte millones. Por la información internacional, se conoce que ya ha adquirido un número de vacunas equivalente al doble de su población, seguramente porque se requieren dos vacunaciones por persona; y que ya ha iniciado un programa de vacunación masiva.

Una comparación así serviría de emulación, de estímulo, para no quedarnos rezagados en esta lucha de sobrevivencia de salud y de recuperación económica. En el mundo se están efectuando programas de vacunación masiva: en Israel, de una población de nueve millones ya se ha vacunado a la cuarta parte, es decir, a dos millones; en el Reino Unido se está vacunando a cerca de medio millón de personas por día y se está ampliando aún más esa cobertura; en los Estados Unidos, el nuevo presidente ofrece vacunar a cien millones de personas en cien días. ¡Un millón de personas por día! Nuestro inicio de importación de vacunas resultó pobre, pueblerina, folclórica. Para recibir míseras ocho mil vacunas, en Quito, pronunció un épico discurso la señora vicepresidenta de la República, y, otro similar, en Guayaquil, el presidente. Con cuentagotas las distribuyeron por las principales ciudades, causando no poca decepción y crítica.

No pude dejar de recordar otro ejemplo de folclorismo de hace medio siglo, cuando en el gobierno del general Rodríguez Lara se llevó al Templete de los Héroes en el Colegio Militar ¡al primer barril de petróleo llegado por el oleoducto, que, además, había sido contratado y construido en el gobierno anterior!

Seamos más serios, lo que estamos viviendo hoy es mucho más grave que ayer, al inicio de la pandemia; a medida que avanza la ciencia creando vacunas en tiempos increíblemente breves, el virus muta, se torna más resistente, agresivo, mortal, más veloz en su propagación. Se está viviendo una tragedia, en la que se anuncia una tercera oleada de confinamientos; mueren ya dos millones de personas, la mitad de ellas en América.

En el Ecuador miramos como irremediable el que concurramos a unas elecciones que serán un grande motivo de contagios, en un momento en que la capacidad de atención de los hospitales está saturada. Si no se postergaran las elecciones, por una ciega interpretación de las leyes, como si ellas hubieran sido creadas para la perdición de las gentes, al menos debería ampliarse, previsora, urgentemente, la capacidad de atención en los hospitales. Ojalá el presidente Moreno, al recorrer las calles desiertas de Washington, medite en que las elecciones, por el ausentismo, pudieran ser consideradas ilegítimas, y constituirse en un verdadero holocausto. ¡Ojalá me equivoque! (O)