Según la Enciclopedia Jurídica, la interdicción es carencia de facultades de una persona para conducirse. Impedimento, privación de ciertos derechos por la incapacidad de gobernarse y administrar sus bienes. La Real Academia Española lo describe como “Prohibición de hacer o decir algo. Duda que pesa sobre el honor, la virtud, calidad, veracidad, etcétera, de alguien o algo. Poner, quedar, estar en entredicho”, como aquellos gobiernos con dudas en su accionar, poca garantía de virtud, honradez, y esas instituciones incapaces y corruptas que frenan el progreso.

Se desacata la Constitución y las leyes. Hay mal manejo económico, tensión política, desobediencia social y una democracia con pilares de barro. Un Poder Ejecutivo emite ciertos decretos cuestionables. Un Legislativo de mezquina labor fiscalizadora con miembros envueltos en corruptelas. Una controvertida Judicatura, hoy dificultada en completar su número de jueces. Un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social nulo; un Consejo Nacional Electoral acusado de malos manejos. Prima la incapacidad política, jurídica, moral, con cierta complicidad ciudadana.

Parecemos un Estado interdicto infestado de corrupción institucional, decadencia cultural, quemeimportismo popular, insolvencia económica. Sufrimos de dependencia nacional a grupos políticos incapacitados para gobernar, y mandantes afectados de lo mismo para elegir. ¿Resultado?: un país a la deriva; más aún en tiempos de pandemia. ¿Cómo corregimos el rumbo para no irnos al precipicio?; ¿de qué manera erradicamos esos antivalores éticos, morales, culturales encarnados en la sociedad?; ¿cómo sentamos bases para atraer inversión, trabajo, producción, crecimiento, y zafarnos de esa atadura a bonos y préstamos internacionales?

El escenario ecuatoriano es preocupante. Escuchar algunas promesas de campaña y el “debate” presidencial preocupa más. Queda la sensación de carencia de líderes acorde con las circunstancias, con propuestas efectivas, capacitados para sacar a la nación de la crisis y enmendar el rumbo. Sin embargo, gran parte del pueblo acostumbrado al populismo, confía en su “Mesías” salvador. Pocos hablan de lo imperioso de un acuerdo nacional para asegurar gobernabilidad, sanear las instituciones, fortalecer el pilar humano, sembrar valores en los jóvenes como futuros funcionarios, brindar seguridad pública y social, volcar atención al agro con visión económica-social; dotar de fuentes laborales a los sectores vulnerables; es decir, allanar el camino al desarrollo.

Debemos rechazar liderazgos negativos generadores de odio que atentan contra la unidad, la libertad, la democracia, el futuro. Aún podemos enmendar; comenzando con un mea culpa de la clase política por su responsabilidad en la debacle nacional. Urge desechar esa práctica clientelar pesetera que estanca al país; desarrollar cultura y pensamiento crítico en la juventud; insistir en la necesidad de fortalecer los preceptos de honradez, lealtad, solidaridad, respeto, honor; labor compleja en un mundo tecno-globalizado, individualista, consumista; pero debemos intentarlo para impedir un completo estado de interdicción y caos. (O)