Las costumbres ancladas en temporadas, así como los inicios y finales de ciclos, sirven para trazar senderos o dar impulso a nuevos propósitos. Alrededor del mundo se festeja el 1 de enero cifrando expectativas halagüeñas en los meses por venir y se desdeña lo negativo del ciclo que termina.

Para muchos, el 2020 será recordado como un año horrible, de pérdidas, por la pandemia de COVID-19 y el confinamiento. La humanidad hubo de modificar sus hábitos en todos los aspectos para tratar de contener el acelerado contagio del recursivo coronavirus SARS-CoV-2.

Tanto impacto causó la reclusión forzosa de la población en sus domicilios que la Fundación del Español Urgente eligió el vocablo confinamiento como la palabra del año 2020, de entre una docena de seleccionadas, por haber marcado el año que termina. En esa selección constaba también la palabra resiliencia, que es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.

Y es que el 2020 también será recordado por la capacidad de adaptabilidad del ser humano, por el despertar de una conciencia sobre la lucha por la salud y la vida, por apreciar la convivencia familiar y poner más atención a los problemas ambientales, sin dejar de mencionar los logros científicos para desarrollar y distribuir vacunas en tiempo récord, en un esfuerzo colaborativo entre académicos, empresarios y gobiernos jamás antes visto.

Todo esto podría llevar a suponer que luego de las honduras descritas, solo cabe reflotar, pero lograr la recuperación requerirá aunar esfuerzos bajo una visión pragmática, empezando por reforzar el combate a la corrupción, el mal mayor que le dificulta progresar al Ecuador, y seguir alertas en el ámbito sanitario sin descuidar los aspectos económico y político. Llega el 2021 iniciada la campaña electoral; el presidente que resulte electo podría cimentar la recuperación del país u orillarnos a peores días. Dependemos entonces de los resultados electorales.

Feliz año, estimados lectores. (O)