A inicios de la semana que transcurre, el director del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) nacional insistió en que la quema de monigotes en espacios públicos y la pirotecnia están prohibidos a nivel nacional, y ratificó que las medidas restrictivas tomadas para contrarrestar el contagio de COVID-19 en Ecuador se mantienen hasta el 3 de enero de 2021.

La prohibición de quemar al año viejo en espacios públicos coincide con la recomendación de salubristas y bomberos, por la cantidad de contaminación que se genera la noche del 31 de diciembre a causa de miles de hogueras que arden avivadas por el combustible y la pirotecnia.

Además de los potenciales accidentes que ocurren cada año asociados a los fuegos artificiales, entre los que se cuentan quemaduras leves y graves, incluso mutilaciones corporales, el humo producto de la incineración de los monigotes resulta tremendamente perjudicial para el sistema respiratorio, en especial para las personas que padecen o superaron el COVID-19.

Pese a todo lo argumentado, podría haber interesados en cumplir con el ritual acostumbrado para despedir al año que termina sin reparar en que con ello afectan a familiares, amigos y vecinos.

Cabe reflexionar si vale arriesgar, por un momento festivo, lo más preciado en la actualidad: la salud y la vida.

Autoprotegerse y cuidar de las personas cercanas podría depender de decidir no reunirse de forma presencial si se prevé que se superará el máximo aconsejado de diez personas; moderar el consumo de alcohol para poder controlar la debida distancia social; si se hace una reunión pequeña, asegurarse de que el lugar sea ventilado y que la permanencia no sea muy prolongada, respetando las medidas de bioseguridad.

El comportamiento individual es determinante en esta fecha, y la mejor motivación para obviar por esta ocasión el ritual de la quema del año viejo será procurar contar con salud y vida para festejar, sin que nadie nos falte, una vez que se haya superado la pandemia. (O)