Un amigo me comentó que tenía la intención de vender un producto agrícola a un supermercado. Grande fue mi sorpresa tras comentarme los detalles que dicha cadena le pedía sus costos de producción. Esta práctica (forzosamente voluntaria, pues si no entregas todo el papeleo correspondiente no compran tu producto) es un caso patente que da indicios de un mercado que roza el monopsonio.
El monopsonio u oligopsonio, a grandes rasgos, es una práctica distorsionada de la economía que pone en jaque a pequeños y medianos productores. Consiste en que dichos productores tienen un solo comprador (o pocos en el caso del oligopsonio), que conocen los costos de producción, costos marginales, participación del mercado, y otra información clave de sus proveedores. Al tener estos datos, los compradores saben cuánto marginan los productores y en un forcejeo entre no comprar nada al necesitado productor y comprar al precio que ellos quieren, le arrebatan parte del excedente del productor (ganancias). Es necesario que estos casos sean eficazmente regulados por el Estado sin perjudicar al comercializador, solo promoviendo que estos actores económicos, productores y comerciantes lleguen a un equilibrio. Tampoco podemos caer en demonizar al comerciante sin saber que su tarea es también fundamental en el funcionamiento de la economía, dinamizando y transportando los productos según las necesidades de la gente. El aspecto más importante en lograr que se dé una competencia justa en un mercado, radica en que el excedente conjunto de la sociedad es el máximo, es decir, el bienestar de toda la sociedad aumenta. Una economía libre y bien regulada logra que todos salgan beneficiados según sus propios méritos. (O)
Ignacio Frixone Naranjo, estudiante de Ingeniería Comercial,
Santiago de Chile