La magia de la Navidad nos devuelve a nuestra niñez, cuando nuestras madres armaban los nacimientos y los árboles artificiales con luces. Después de misa salíamos cantando villancicos por las calles, al son del acordeón que un sacerdote tocaba, hasta llegar a una casa, donde pasábamos momentos felices.

La Nochebuena era la noche llena de los colores del amor familiar, incluyendo la misa de gallo. Noche de paz sonaba celestial, sigue sonando y la tradición de la posada año tras año congrega a decenas de niños y adultos de la familia, también este 2020, derrotando a la pandemia que nos mete miedo.

En la escuela representamos la obra teatral de la búsqueda de un oficio para el niño Jesús y nos disfrazamos de reyes magos para entregar regalos a los niños pobres. Entonces, no sabíamos ni hubiéramos entendido al obispo Helder Cámara: “Cuando doy de comer a los pobres me dicen que soy un santo, pero cuando pregunto por qué pasan hambre, me dicen comunista”. Ni sabíamos el poema de Neruda: “No vengas, Navidad, que es muy temprano todavía, las madres están temblando en el sol del mediodía y los niños en las calles vagan solos, sin comida y el campesino, aunque quiera, no puede deletrearte en las vitrinas”.

Sí, lejos de nuestros hogares o no tan lejos, pero separados por muros, habitan personas que comen miseria, en casas de caña, sin agua potable ni alcantarillado, desempleados o con precarios trabajos. En un informe de Oxfam de enero de 2020, se dice que la mayor parte de la población mundial labora mucho por poco o casi nada de dinero, casi la mitad con 5,5 dólares al día o menos, siendo las mujeres las más pobres. En los últimos 10 años las grandes fortunas han crecido 7,4%. El 1% de habitantes acumula el doble de riquezas que 6.900 millones de personas, 22 hombres tienen más caudales que todas las mujeres de África. Entre marzo 23 y mayo 22 de este año, en tiempos del virus, el magnate Carlos Slim aumentó su fortuna en 4,2 mil millones de dólares, teniendo 51,2 mil millones de dólares. Realidades y contrastes más obscenos que un desnudo en público, que hieren, golpean, matan la dignidad. Lo que a pocos seres humanos les sobra, quienes actúan como el rey Midas, a muchos les falta.

La Biblia relata el episodio de un joven que le aseguraba a Jesús no ser asesino, ni ladrón, ni adúltero, ni mentiroso, que honraba a su padre y a su madre y amaba a su prójimo como a sí mismo, pero cuando Jesús lo intimó a que venda sus bienes y dé a los pobres, triste se marchó, porque tenía muchos bienes. Y los camellos siguen pasando por el ojo de una aguja. La conversión voluntaria es una posibilidad, como le ocurrió a Pablo, el perseguidor de cristianos, si resucitan el corazón que tenían antes de contaminarse por la codicia, mas, de no ocurrir, deben contribuir a la equidad social y a que devuelvan los excedentes a quienes contribuyen a forjar sus riquezas.

La conmemoración del alumbramiento de Jesús algún día significará el alumbramiento de una nueva sociedad, que destierre el egoísmo y el odio, que cree la belleza de una humanidad hermana. Hay Navidad. (O)