En un reciente artículo de Americas Quarterly, publicación del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia, se explican los devastadores efectos que el COVID-19 ha tenido ya sobre el sistema educativo latinoamericano. Para quienes deseen leerlo: https://www.americasquarterly.org/article/back-to-the-1960s-education-ma....

Las alarmantes cifras indican que la probabilidad de que los estudiantes de hoy completen la educación secundaria en la América Latina bajará de un promedio del 61% al 46%. El grave problema es que ese promedio no considera la gran diferencia entre clases sociales.

El 97% de los alumnos hoy no está en el aula. Sin embargo, el acceso a internet y la posesión de computadoras es dramáticamente diferente entre los que más tienen y los que menos tienen. Igualmente, la calidad del internet varía de acuerdo con el nivel socioeconómico del usuario.

Los sistemas educativos no solamente deben ser capaces de transmitir conocimientos y de dotar a los educandos con herramientas para tener una vida digna. El sistema educativo debe ser también un instrumento, un facilitador de la movilidad social.

Los países europeos tienen mucha mejor distribución del ingreso que los Estados Unidos. Estudios serios atribuyen esto en buena medida al sistema educativo. En los Estados Unidos los mejores colegios y universidades son tradicionalmente accesibles por ubicación geográfica y estrato social. La altísima calidad de las mejores universidades de Estados Unidos no está disponible en igual grado de apertura a todos los ciudadanos como sí lo están en Europa. Igualmente, los colegios de élite.

Y si el éxito económico de Chile no ha ido más allá en movilidad social (aunque ha mejorado la distribución del ingreso notablemente pese a todos sus detractores) es porque también su sistema educativo no ha coadyuvado suficientemente en este aspecto.

La cicatriz que dejará la pandemia en el sistema educativo tiene que ser combatido en forma directa por políticas públicas. ¿Cuánto cuesta dotar de computadoras o tablets a los alumnos más pobres? Midamos esto frente al despilfarro del subsidio a los combustibles, o al exceso de personal en tantas áreas de una burocracia inflada.

¿Cuánto cuesta un subsidio directo al uso de internet para familias de bajos recursos con hijos en edad escolar? Comparemos eso frente a los sobreprecios en la importación de combustibles cargada de corrupción, o en todas la áreas donde la corrupción nos ataca.

¿Cuánto cuesta armar programas específicos para las zonas rurales? Por ejemplo, unidades móviles, televisión, radio, o todo aquello a través de lo cual se pueda compensar en algo lo que la pandemia ha hecho a los más pobres en el campo educativo.

Este es uno de los grandes retos. Ojalá los candidatos lo afronten y propongan soluciones. El problema no se siente hoy, y por lo tanto el inmediatismo electoral no habla de él. Son años en los cuales habrá que trabajar intensamente en esta herida, porque de no hacerlo, la sociedad se polarizará más, y las tensiones sociales aumentarán. (O)