También suceden cosas positivas. Lo olvidamos en medio de los nubarrones. Nos hemos acostumbrado demasiado a que el Estado dictamine cómo actuar, y lo contrario nos extraña, cuando el camino sano es tomar decisiones con libertad. Ejemplo: nos acostumbramos que al constituir una empresa solo teníamos dos opciones, compañía limitada o anónima, más algunas opciones marginales. O que los estatutos sean muy limitantes: solo podíamos decidir hacer ciertas cosas entre accionistas, y siempre bajo la aprobación de la Súper de Compañías. O que existan obligatoriamente 2 o 3 socios, y cuando no los teníamos buscábamos parientes que tuvieran un mínimo de acciones para completar. O que el objeto social de la empresa fuera limitado: decidir de entrada qué haríamos y cualquier cambio implicaba un nuevo trámite; no podíamos simplemente ser chocolateros, y luego cambiar a zapateros sin pedir autorización. Nos acostumbramos a procesos complejos, siempre controlados por una entidad pública.

Y ha sucedido lo que siempre debió ser normal: la posibilidad de crear una empresa solo con un contrato privado entre socios, donde se pueden incluir todos los parámetros y condiciones que uno quiera considerar, y que los problemas entre accionistas se arreglen de la manera que han escogido. Además tiene la ventaja de bajísimos costos, y que puede ser utilizada por empresas de cualquier tamaño… ¿De qué se trata? SAS: Sociedades por Acciones Simplificadas. Un excelente paso… con una preocupación mía: ¿no será que en poco tiempo la Súper decide intervenir en el proceso, porque el Estado tiene terror a que los ciudadanos podamos tomar decisiones lejos de sus manos? Ojalá no.

… Y una noticia irresponsable. Circula la idea (de académicos y el grupo correísta) de una Renta Básica Universal de $ 400 mensuales que sería entregada sin condiciones a los ciudadanos más pobres vía el celular, al inicio para un millón de personas, con el único limitante de solo ser utilizado en 20 % para afiliación voluntaria al IESS, 20 % pagar servicios básicos y 60 % alimentación. La propuesta es muy peligrosa. Uno, la renta universal es un intento para que la gente sea más dependiente del Estado, que la burocracia decida en qué se gasta, más empleados públicos y más controles, sobre todo esforzarnos menos en crear un entorno para salir adelante en base a inversión, productividad y empleo, y más bien vivir de “dinero caído del cielo”… Ojo, sería sensata la RBU si reemplazara otros gastos estatales que la gente recibe directa o indirectamente y que todo se consolidara en un solo aporte, pero la propuesta es un adicional, con un costo enorme, inicialmente de $ 5.000 millones y creciente. Dos, se lo haría vía entrega de dólares que no serían realmente dólares sino una creación electrónica ficticia del Banco Central, y ese dinero adicional generaría alta inflación (que ya no hemos tenido en dolarización) y, en consecuencia, devaluación de ese dinero. Sería arriesgar la dolarización, cuyo (casi) único enemigo es obligar a que la gente use dineros paralelos que se llamarían dólares, sin serlo. No nos engañemos con pésimas “recetas milagrosas” (la gente sabe que no existen, pero puede engañarse): el progreso viene del esfuerzo, no imprimiendo dinero ficticio. (O)