Por mala gestión en promoción se satanizaron las cocinas de inducción y los pobres ni regaladas las quisieron. Se alteró la introducción natural de nueva tecnología.
La irracionalidad de incautar la cocina de gas a cambio fue el acabose y la intromisión en el sistema de ventas y mercadeo de las cosas sirvió para negociados.
La demagogia frustró acceder a una tecnología económica, amigable con la naturaleza, preferente en la cocina, con facilidades y seguridad: pueden regular potencia, su apagado automático, evitar derrames u olvido de los quemadores encendidos, el costo de la electricidad es mínimo.
Tenemos hidroeléctricas para abaratar costo y terminar el subsidio indiscriminado, el drenaje de dólares, el negociado de importar gas.
El Estado paga a termoeléctricas por estar apagadas, es insólito que se hable de instalar nuevas termoeléctricas a gas importado. El mundo pregona la utilización de energías amigables y aquí importan y venden ciertos espejismos y fantasías tecnológicas que duran un día.
Por conveniencia, ciertas autoventas comercializan vehículos desechables y posventa sus mantenimientos ineficaces, que no pasan la revisión técnica vehicular, y con costo superior al de financiar un vehículo nuevo. Es un caos la infinidad de marcas y modelos, mas no ofertan preferente el vehículo eléctrico como ideal exclusivo, proyectado ya en países con conciencia ambiental.
Es la oportunidad para emprendedores, libre empresa, y universidades politécnicas, irrumpir en la conversión técnica de automotores a gasolina por automotores eléctricos, de la cocina a gas por la de inducción o la mixta, amigables. Reconfortan las acciones de la municipalidad de Guayaquil: promover taxis eléctricos. (O)
Jorge Benigno Falcones Alcívar, doctor en Medicina, Guayaquil