Este año, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas recibe el Premio Nobel de la Paz. Más allá de la clara inclinación del Comité Noruego del Nobel a favor del multilateralismo, el reconocimiento a la importancia de la seguridad alimentaria representa un llamado de atención a los Estados, las empresas y la sociedad ante nuestra responsabilidad para garantizar la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada, a través de sistemas alimentarios inclusivos, equitativos y sustentables; porque una alimentación digna es garantía de un progreso con paz.

Un progreso que se construye a través del fortalecimiento del sistema alimentario local, donde el mercado interno y el consumo doméstico ejercen presión para acelerar la transformación hacia un sistema productivo que pone en el centro a los pequeños productores y a los sistemas de agricultura familiar en la cadena de valor agroalimentaria. Una cadena que a su vez exige una gestión integral con enfoque de derechos humanos, para construir los estándares económicos, sociales, culturales y ambientales de la seguridad alimentaria, la calidad nutricional y su gobernanza.

Impulsar la capacidad de la población local para producir alimentos de alta calidad nutricional con eficiencia, precios justos y sostenibilidad ambiental implica pasar de la agricultura de la subsistencia a la agricultura inteligente. Integrar innovación y tecnología en los procesos críticos del rendimiento agrícola representa la oportunidad de potencializar el vínculo del emprendimiento rural y urbano, agrotechs, en torno a un conocimiento que combina experiencia empírica tradicional con desarrollos de tecnologías emergentes y rigurosos estándares ambientales, para crear una agricultura regenerativa enfocada en una productividad que se mide a partir de resultados de inclusión, calidad de ingresos y reducción de la migración del campo a las ciudades.

Toda innovación aislada es ineficiente; por su naturaleza multidisciplinaria, los emprendimientos agrotechs se agrupan en clusters para alcanzar el efecto escala y generar condiciones más propicias para el fomento e intercambio de innovación, la protección de la propiedad intelectual, la creación de talento y el flujo de financiamiento. Una transformación dinámica que reclama instituciones con regulaciones ágiles y flexibles para impulsar inversiones sostenidas, a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo de la innovación agrícola.

Esta incubación de una nueva generación de agricultores redefine la capacidad de negociación entre productores y distribuidores, para hacer frente a los desequilibrios de poder en las cadenas alimentarias y fortalecer la relación del productor con el consumidor, un fortalecimiento que se refleja en el crecimiento de ingresos de las comunidades rurales y la gradual reducción de la desigualdad social y la pobreza.

La autosuficiencia alimentaria es un imperativo social para todo progreso, al reequilibrar los sistemas alimentarios con integridad, humanidad e inclusión se construye una solvencia agrícola que a su vez reclama lealtad de un consumo local responsable. (O)