Este documental, ya para hoy posiblemente el más famoso de la historia, ha causado un revuelo fenomenal.

Mi primera felicidad es darme cuenta de que el papa, a quien amo como católico y le guardo el respeto y lealtad que me corresponden, es ciertamente el personaje más importante del planeta. Ningún líder de esta tierra, con una frase como la que ha suscitado la polémica, hubiera podido levantar tanto polvorín como Francisco. ¡Los católicos no tenemos un líder cualquiera, sin relevancia, ni pertenecemos a una organización de segunda clase, sino a la más importante de la historia de la humanidad! Eso me reconforta.

En segundo lugar, la frase del revuelo es parte de una entrevista muy larga concedida, no al autor del documental, sino a otra periodista. La frase polémica es la última dentro de una larga explicación en la cual lo que más le importaba al papa es el concepto de que a los homosexuales no se los puede marginar, excluir o negarles una familia, y por sobre todo esto último. Los padres deben aceptar y amar a los hijos con esta tendencia, y los hijos deben sentirse amados y amar a sus padres. La frase sobre la ley de convivencia civil vino al final de la respuesta del papa, como un comentario adicional al tema central de la pregunta, no como parte esencial de la respuesta a la pregunta de la periodista.

En tercer lugar, los medios de comunicación y las redes sociales demuestran una vez más su poder de maquillar, transformar, magnificar, minimizar o manipular cosas. Esto es algo terrible en el mundo actual, es algo sobre lo que la sociedad debe reflexionar mucho, y que debe llevarnos a desarrollar un sentido de serenidad y una capacidad analítica lo suficientemente profunda para no caer en errores, en falsas interpretaciones y en discusiones apasionadas y necias.

En cuarto lugar, el papa dijo en referencia a la convivencia civil (que no es lo mismo que la práctica homosexual), que se debería pensar en leyes. Y menciona específicamente temas como herencia, o como visitas a un hospital.

Lo más importante para mí, como laico, es que debo buscar una explicación profunda y a fondo en la Iglesia, tanto en la jerarquía local, cuanto en el mismo Vaticano y en el diálogo de laicos formados. ¿Y por qué esto? Porque, el magisterio de la Iglesia no se expresa en declaraciones a un periodista, ni documentales cinematográficos, sino a través de instrumentos claramente establecidos como el catecismo, encíclicas, cartas pastorales, exhortaciones, constituciones, documentos de los dicasterios refrendados por los papas, etcétera, y se transmite además a través de la liturgia, el arte, la vida de los santos, etcétera.

Y serán los teólogos y especialistas quienes nos vayan guiando para entender el alcance de este tema. Y los laicos seremos libres de dar nuestra opinión, entendiendo que no somos jerarquía, pero sí tan Iglesia como el papa. El papa no ha alterado en nada, absolutamente en nada, la doctrina sobre el matrimonio. No ha aprobado el matrimonio homosexual. No ha aprobado los actos homosexuales. Todo esto lo ha dicho y reiterado en multiplicidad de ocasiones, en las cuales además ha rechazado tajantemente la ideología de género. Por lo tanto, sopesamos una frase al final de una entrevista, que no era la esencia de la pregunta que contestaba, frente a muchísimos otros pronunciamientos de absoluto apego a la doctrina, tradición y magisterio de la Iglesia.

Usemos un ejemplo: el papa Francisco, en el catecismo, precisó mucho más la calificación moral negativa de la pena de muerte. Por ello los católicos nos comprometemos lo más posible en su erradicación. En este sentido, si un país tiene una ley preexistente, que otorga mucha facilidad para condenar a muerte a un reo, y aparece un proyecto de ley para limitar la pena de muerte en mayor grado que la ley prexistente, los católicos deben apoyar tal proyecto, y eso no significa apoyar la pena de muerte. Por lo tanto, debemos esperar para ver el sentido en el cual el Santo Padre ha hablado de esta ley de convivencia civil. ¿Es por ejemplo una alternativa en países donde hay la ley de matrimonio igualitario, para que esta sea suplantada por una ley de convivencia civil? ¿Es lo que propone el papa una ley para que países donde ya hay el matrimonio igualitario no se permita la adopción de hijos? Pues en esos casos que he citado como ejemplo, tal ley tendría sentido. Y pongo solo estos ejemplos para que no nos anticipemos en el escándalo o en la ligereza de otorgar a la declaración características que no tiene, por no ser un documento oficial de la Iglesia.

Hasta cuando el tema vaya decantando, como laico me congratulo por dos razones muy simples: sigo las enseñanzas de un hombre que pesa más que cualquier otro, y que es el Vicario de Cristo en la Tierra, y soy hijo además de una institución llamada la Iglesia católica, bajo cuya égida y enseñanzas se forjó el mundo libre y esa gran cultura de Occidente. (O)