Resulta común en la actualidad extrapolar situaciones políticas y resultados electorales de un país determinado para sacar conclusiones y elaborar hipótesis de lo que podría ocurrir en otro país de la región, lo que contribuye en ocasiones a sugerir tesis apresuradas sin verdadero sustento político. En este caso, menciono los recientes resultados electorales en Bolivia que han permitido que se especule que un resultado electoral similar ocurrirá en nuestro país, desconociendo de esa forma la dinámica propia del electorado nacional y naturalmente de los actores involucrados en la disputa presidencial.

Bajo una lectura parcial, efectivamente se podría insinuar que así como en Bolivia la imagen de Evo Morales sirvió para catapultar a Luis Alberto Arce Catacora a la Presidencia de la República con un apoyo de más del 55 % del electorado en la primera vuelta, en nuestro país el peso del expresidente Rafael Correa terminará influyendo de forma decisiva en la consolidación del apoyo al candidato Andrés Arauz. Sin embargo, Correa no es Evo Morales sin perjuicio de compartir inquietudes ideológicas, pero sobre todo Arce no es Arauz y ese es posiblemente el factor de mayor relevancia en todo este análisis. En ese contexto, hay que recordar que en Bolivia se dio un exitoso proceso de desarrollo económico que más allá de cualquier narrativa populista de izquierda, estuvo regido por un manejo eficiente, serio y responsable en el cual el electo presidente boliviano jugó un papel fundamental con resultados importantes, crecimiento del producto interno bruto, aumento de las reservas, disminución de la pobreza extrema, reducción de la inflación, etcétera, más allá de la inevitable crítica de sus detractores.

Es decir que Luis Alberto Arce más allá del apoyo recibido por parte de Evo Morales no era, bajo ningún concepto, un improvisado o un candidato sacado de la galera, sino más bien un profesional competente cuya hoja de servicio público era reconocida ampliamente por los bolivianos, lo que inclusive le ha permitido desmarcarse en gran medida de su antecesor, a tal punto de haber expresado en días recientes que Evo Morales no tendrá ningún papel en su nuevo gobierno, “puede regresar al país cuando quiera porque es boliviano… pero en el gobierno soy yo quien tiene que decidir quién forma parte de la administración y quién no...”. Dicha posición difiere totalmente de las proclamas de Arauz, quien reiteradamente ha sostenido que en el caso de llegar a la Presidencia del país, tendrá a Correa como uno de sus principales asesores y que las acciones económicas a implementarse tendrán como base la experiencia de lo realizado por el expresidente.

En todo caso y sin desconocer la importancia del voto duro correísta, considero improbable que la experiencia electoral boliviana se repita en nuestro país. Por supuesto, en política nunca está dicha la última palabra, menos en estos tiempos de severa crisis social y económica, pero antes de anticipar conjeturas y conclusiones apresuradas hay que interpretar las realidades de cada país, sin olvidar lo más trascendente. Correa no es Evo. Arce no es Arauz. (O)