Hace más de ocho años se inició el proceso de creación del Código Orgánico de Salud (COS) para generar una estructura funcional que hiciera efectivos los derechos que la Constitución declarativamente garantiza. Esa estructura no fue incorporada en el Código Orgánico de Salud. Ni siquiera se observa la definición de la palabra “medicina” dentro del contexto de la salud pública, una discusión filosófica que llevaría a construir una ley coherente que termine con la desarticulación y fragmentación actual que hace tan inequitativo el acceso a la salud.

La ley dice que el Ejecutivo no puede agregar nada por medio del veto parcial, solo puede modificar lo tratado por el Legislativo. Por tanto, el presidente no podía escribir la estructura del Sistema Nacional de Salud funcional que se requiere, parte fundamental del Código Orgánico de Salud que necesitamos. Tanto esto es así que la Sociedad Ecuatoriana de Salud Pública recomendó vetar totalmente el libro primero correspondiente al Sistema Nacional de Salud. El Código Orgánico de Salud propone tres libros.

Hay varias explicaciones del porqué este documento de más de 500 artículos es tan desordenado, repetitivo y equívoco al mentar enfermedades o problemas puntuales mientras omite áreas imprescindibles de la práctica de salud, como el error médico. Una de ellas es que ante las manifestaciones de galenos contra el nuevo Código Penal –que penalizaba la práctica médica– el correísmo ofreció un COS distinto. El resultado está a la vista: un tercer libro punitivo que aumenta los 10 artículos existentes a 174 sanciones distintas.

Pasó casi una década en la que se gastaron ingentes recursos estatales en consultorías, reuniones, lecturas, hasta viajes sin lograr publicar un código aceptable. Esto debería tener consecuencias con al menos la devolución del dinero público por parte de ministros, asambleístas y los asesores involucrados en este desperdicio.

En todo este tiempo, lo que “descubrieron” los encargados de esta tarea es que si daban entre 5 y 15 minutos a todas las personas que pidieran ser escuchadas, eso calificaría como “participación ciudadana”. Por eso el Código Orgánico de Salud es una colcha amorfa de retazos que trata de satisfacer a todos. Un veto parcial solo suma parches a una ley inaplicable.

Algo deberíamos aprender de esta dura experiencia: 1. Hay un grupo conservador con apoyo de las iglesias, que redujo en 2008 la discusión de la Constitución a cuatro temas y lo volvió a hacer con el Código Orgánico de Salud. Esa irresponsabilidad no puede seguir siendo aupada por medios de comunicación y sociedad en general. 2. Debe ser obligatorio, por decreto o ley, dar acceso en las páginas web de las distintas estancias estatales, a las razones por las que se solicitan consultorías: su costo, la forma de asignarlas y el producto final de cada una de ellas. En el caso del COS, el Ministerio además debe colgar en la red todas las razones por las que el veto total fue recomendado. Lo más importante es comenzar a deliberar (con el liderazgo de las sociedades científicas y universidades) la forma en que debe ser construido y sobre todo estructurado un nuevo COS. (O)