Pedirle peras al olmo es una vieja expresión española que significa pedir algo imposible; es lo que pasa cuando pedimos resultados extraordinarios a alguien que hemos contratado o designado para un cargo y no está preparado o capacitado. Cuando una persona no tiene las características necesarias, no funciona; así de sencillo. Verdad irrebatible en el mundo empresarial que aún no aplicamos al mundo político.

Estamos próximos a elegir a quienes van a guiar nuestros destinos, líderes que están llamados a conseguir resultados extraordinarios. En el pasado nos hemos dejado llevar al momento de votar por el carisma, la habilidad para expresarse y la espontaneidad, incluso por la “habilidad teatral”. También por la capacidad de mandar, el carácter y la percepción de que todo lo pueden. ¿Nos ha funcionado? ¿Qué nos ha faltado ver?

Hay cinco características cruciales en los líderes de éxito que deberíamos considerar de cara a las elecciones:

La primera es la inteligencia emocional, habilidad para tener autoconciencia de las propias emociones, mantener bajo control las emociones e impulsos, captar las emociones de otras personas y tener empatía para conectarse con los puntos de vista e interesarse activamente por las preocupaciones de otros. Sin estas habilidades es casi imposible que los líderes puedan ajustarse a situaciones cambiantes, desplegar integridad, dejar el ego y los intereses propios en beneficio de los demás, tener orientación al logro, escuchar y enviar mensajes claros, desactivar desacuerdos, cultivar lazos de confianza y promover la colaboración.

La segunda es la flexibilidad. Los líderes exitosos dominan y usan varios estilos a la vez, no son rígidos y fluyen mejor según sea el reto y las circunstancias requeridas. Son coercitivos cuando exigen cumplimiento inmediato, son orientativos cuando movilizan a las personas detrás de una visión, son afiliativos cuando crean lazos emocionales y armonía, son democráticos cuando gestan consensos mediante la participación, son ejemplares cuando son referentes y esperan excelencia y autonomía, y formativos cuando desarrollan a las personas para el futuro. Estos estilos funcionan mejor y se integran según la transformación que se requiera.

La tercera es la habilidad para sortear los obstáculos y hacer lo que hay que hacer. Henry Kissinger dijo alguna vez que un líder es capaz de llevar a su gente desde donde está hasta donde no ha llegado jamás.

La cuarta es la vocación de servicio. Un liderazgo cuyo poder no emane solo de su posición, sino de su autenticidad, de su franqueza y convicción de propósito, de su entrega y capacidad para transferir energía.

La quinta, y quizás la más importante, es la ética. Confucio afirmó: “Si quieres conocer una persona, dale poder”. Los líderes eficaces se centran en lo que “es correcto”, muestran un comportamiento fundamentado en principios aceptados y compartidos, tales como la honestidad, la justicia, el respeto por la vida, la responsabilidad por las acciones propias.

Cada votación siempre es una oportunidad para empezar a cambiar el rumbo. ¿Escogeremos el liderazgo que necesita el país? o ¿seguiremos pidiendo peras al olmo? (O)