Una decisión de tanta trascendencia como la adoptada mediante Decreto 1061 de 19 de mayo de 2020 –que dispone extinción y liquidación de Tame (Transportes Aéreos Militares Ecuatorianos)– debe haber precedido de profundos análisis. El panorama por el cual atravesaba era, desde hace tiempo, muy complejo y de difícil solución. Son momentos casi parecidos a los que soportó Ecuatoriana de Aviación.
La iniciativa para crear Tame nace de la FAE, durante la presidencia del Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy, concretada luego por la junta militar de gobierno de 1964 como proyección del programa “acción cívica”. El propósito: lograr “el desarrollo de operaciones aéreas dentro y fuera del país (…), dando preferencia al establecimiento de nuevas rutas aéreas y a los lugares en los cuales las compañías comerciales no están en capacidad de atender…”. El Estado ejercía rol subsidiario.
En alguna administración se les ocurrió incursionar en el difícil y competitivo mercado internacional. Así comenzó el problema que habría de gravitar posteriormente en las decisiones futuras. Existía un acuerdo, no escrito, en el sentido de que Ecuatoriana de Aviación se ocupara del transporte aéreo internacional y Tame del interno. ¡No se respetó!
Ya en el año 1972, convertida en empresa mixta, trató de incursionar en el mercado internacional, pero la autoridad aeronáutica lo cuestionó. Vinieron otras administraciones y de a poco fue operando rutas internacionales como chárter, otras de integración fronteriza y luego a otros destinos.
La empresa mixta fue creada en 1971 para adecuar su estructura a las normas internacionales y acuerdos de transporte aéreo firmados por Ecuador, particularmente con Estados Unidos.
La ley de “Transportes Aéreos Nacionales Ecuatorianos” de 1990 le daría finalmente una estructura de línea aérea civil. En la década anterior se la convirtió en empresa pública denominada Tame E.P., sin que esto haya solucionado los problemas estructurales, sino todo lo contrario: Tame fue utilizada como instrumento de proyección política obligándola a operar a pérdida, a destinos como Manaos, Sao Paulo, Caracas, entre otros. ¡Solo faltó Managua!
La quiebra, fusiones y consolidaciones de aerolíneas ha sido recurrente, debido a que esta industria tiene márgenes de ganancia muy pequeños y costos elevados. Cualquier evento, principalmente económico, las ha desestabilizado. Ahora, los efectos del COVID-19 pueden terminar a nivel de exterminio, incluso con robustas y centenarias líneas aéreas. De pronto, ¿habrán considerado que Tame vuelva a sus orígenes para cumplir el otrora y recordado programa de “acción cívica”, a cargo de la FAE? (O)
Maximiliano Naranjo Iturralde, Quito