El protagonista de la extraordinaria novela El doctor Zhivago (1957), de Borís Pasternak, descalifica la palabrería que han desatado los revolucionarios rusos que se proponían modificar las fuerzas sociales del globo terráqueo. Y denuncia –en la traducción de Marta Rebón– “el espíritu de la frase altisonante que domina en nuestros días y que ha obtenido tanta difusión, del tipo: la aurora del porvenir, la construcción de un mundo nuevo, el faro de la humanidad. Al escuchar todo esto, se piensa en un principio: ¡qué amplia fantasía, qué riqueza! Pero en realidad se trata de grandilocuencia por falta de talento”.

Esta pomposidad engañosa es la que ha desnudado Roberto Aguilar en una crónica publicada en el diario Expreso del 5 de junio, titulada ‘Jaime Nebot no aprendió nada’. Aguilar analiza la verborrea del anterior alcalde de Guayaquil: “Escuchar a Jaime Nebot hablando de la caída en desgracia de Carlos Luis Morales es como desplomarse como por un despeñadero de palabras, palabras, palabras que ruedan y ruedan hacia la muerte del significado, el vacío, la nada”. Esto desató el reclamo, entre otros partidarios, del jefe de la bancada legislativa del Partido Social Cristiano, Vicente Taiano Basante, quien exigió una réplica a ese escrito.

Taiano considera que, por “su odio a Guayaquil y al PSC”, el cronista escamotea el mensaje de Nebot. Pero Taiano tampoco ha comprendido el argumento de Aguilar, pues aquel defiende que la ciudadanía ha oído “palabras duras y terminantes de Nebot: ‘Aquí hay un robo, y el culpable debe ir a la cárcel, sea quien sea…’”. Pues de esto mismo se trata el cuestionamiento de Aguilar: que Nebot –como la casi totalidad de los políticos nacionales– apela a expresiones cliché que, de tan retóricas, acaban vaciándose y contradiciendo lo que pretenden decir, como hacer pasar por una grandísima idea la obviedad de que el culpable deba ir a la cárcel.

En el contexto en el que se halla Nebot –haber sido un auspiciante principal de Morales– sus expresiones se tornan grandilocuentes. Este defecto pertenece a muchos ecuatorianos cuando toman la palabra en mítines y en reuniones universitarias, gubernamentales, empresariales y hasta familiares. También les sucede a los políticos frente a un micrófono: son verbosos por falta de talento. Creemos que bastan palabras duras y terminantes para borrar las dobleces de nuestras acciones y para tomar por tontos a quienes nos escuchan. Pero nuestros periodistas están realizando una tarea que se ha convertido en un aporte para la fortaleza moral del país.

Efectivamente, “la más absoluta nada conceptual” –nuevamente palabras de Aguilar– prima en los políticos, campeones de acuñar frases gastadas, como la del ‘modelo exitoso’ de administración de Guayaquil, como la de ‘¡viva la patria!’ de Bucaram, como la de ‘mi amistad es solo con Abdalá papá’ de Adum por el asunto de la avioneta de su propiedad siniestrada en el Perú. Debemos ir eligiendo políticos que tengan mensajes claros, directos, sobrios y sin adornos que escondan la realidad. Zhivago atribuye esta grandilocuencia a una falta de talento que, entre nosotros, significa también falta de verdad. (O)

Debemos ir eligiendo políticos que tengan mensajes claros, directos, sobrios y sin adornos que escondan la realidad.