Por los niños maltratados, por las niñas que sufren a manos de quienes deberían protegerlas, para que nunca pierdan la ilusión y hallen un tierno refugio que sane sus heridas. Por los migrantes y refugiados a quienes esta pandemia agarró sin hogar, despojados doblemente vulnerables ante la enfermedad y la pobreza, para que encuentren una mano generosa, un camino sin tantas piedras. Por los que han perdido su empleo o gastan lo poco que ganan en el café y la electricidad que consumen mientras trabajan, para que unidos construyamos una economía que funcione para todos.

Por los que esperaron en vano a la ambulancia, víctimas de un sistema de salud deficiente y colapsado, por los muertos sin nombre, para que sus almas vuelen libres de dolor y angustia, para que la paz y el perdón iluminen también a sus familias que aún lloran su pérdida. Por el personal médico y hospitalario que día y noche atiende a enfermos exponiéndose al contagio, para que la vida les devuelva multiplicado su sacrificio, para que al aplauso siga un salario justo y condiciones de trabajo seguras.

Por los que robaron al pueblo, los que, en lugar de buscar ofertas serias y convenientes a la hora de equipar hospitales para salvar vidas, prefirieron enriquecerse con dinero ensangrentado, para que se haga justicia y el deshonor de sus acciones sirva de lección. Por los honestos, por quienes no viven de lo que suman restando a los otros, por los que generan conocimiento, por los emprendedores cuyos proyectos crean un mundo más sano y equitativo, por los que venden frutas y libros, por quienes trabajan de sol a sol para alimentar nuestros cuerpos y almas, para que apoyemos hoy y siempre el negocio del vecino en lugar de llenar los bolsillos sin fondo de multinacionales sin conciencia.

Por las maestras de escuela que trabajan desde casa mientras sus hijos derriten chocolate en la tostadora, por quienes están descubriendo el infierno paradisiaco del teletrabajo en combo familiar, para que hallen media hora diaria de paz, aunque sea encerrados en el baño con una tarrina de helado y una novela.

Por quienes en lugar de sufrir por los enfermos, los muertos, los aislados, los empobrecidos de esta pandemia, sufren porque no pueden ir y venir a su gusto, para que reconozcan que la verdadera libertad respeta por sobre todo la vida y la dignidad humana, para que comprendan que estamos todos en una misma arca y sobreviviremos remando en equipo. Por los que dicen “chinos de mierda”, para que nunca los juzguen a ellos por los errores de sus gobernantes, para que no los condenen por crímenes ajenos, para que los traten como seres humanos y no se convierta en maldición su pasaporte. Por los que difunden “grandes revelaciones”, para que aprendan a discernir entre información y manipulación, para que entiendan que el conocimiento es un proceso largo y trabajoso: la verdad no desciende hacia nosotros vía YouTube en forma de video de dos minutos con efectos especiales de película barata de ciencia ficción. Por todos nosotros, abrumados por la incertidumbre y el sufrimiento propio y ajeno, para que transformemos la desesperación en esperanza, la carencia en caridad. (O)