Concentrados en enfrentar los estragos que causa el coronavirus a la vida y la salud de los ecuatorianos, a su economía, creo que no se está prestando atención al problema social ocasionado por la pérdida de las fuentes de trabajo, por la escasez de circulante, de dólares, lo que está llevando a la miseria a la población; gran parte de la clase media descenderá a la pobreza, y, los pobres, a la miseria. Esta situación de empobrecimiento general es el caldo de cultivo para un estallido social; si no se encuentra una solución, habrá saqueos, robos callejeros, asaltos a mano armada a las casas.

La represión no será suficiente, ni deseable ni justa, para contener a un pueblo hambreado. Se están dando las condiciones para una guerrilla urbana, y, probablemente, a una general.

Los créditos de los organismos multilaterales alivian las necesidades, pero no lograrán restablecer la plenitud del empleo, peor cubrir el inmenso agujero del déficit fiscal, que se agranda día a día, porque no se ha recortado la excesiva burocracia, ni disminuido salarios, ni eliminado privilegios; esas ayudas nos llegan con gotero, por cientos de millones, y no por miles de millones, como lo necesitamos. En contraste con el crédito de algo más de seiscientos millones que acaba de concedernos, el Fondo Monetario renovó a Colombia una línea de crédito, distinta, por diez mil ochocientos millones de dólares. Nuestros vecinos inmediatos enfrentan la pandemia con las considerables reservas que con previsión acumularon; así lo hace Perú; lo propio, Colombia, quien tiene, además, el privilegio de acceder a los fondos de la Reserva Federal de los Estados Unidos, al igual que México y Brasil.

El Ecuador entra en una situación parecida a la que provocó la guerrilla en Perú, en Colombia, en Centroamérica. Lo nuestro afectaría a la paz de América, y hay que demandar la solidaridad continental, para que no se repita en nuestro territorio lo que vivieron esos países. El Gobierno ecuatoriano ha establecido con Estados Unidos una excelente relación; su presidente, en la visita que le hizo el presidente ecuatoriano, por gestión personal de la embajadora, le preguntó qué más podía hacer por él; es el momento de exponerle el peligro que corre Ecuador si no se evita el descalabro social que vivimos y que se agravará dramáticamente. Si nos respaldara con créditos, nos garantizara para acceder, como los países citados, a una parte moderada de los fondos de la Reserva Federal, podríamos cubrir el déficit fiscal, y hacer funcionar la economía. Es un problema de seguridad continental que demanda un Plan Marshall que evite una situación como la de Venezuela.

Cualquier contribución de solidaridad debe ser correspondida suprimiendo cargos innecesarios: diplomáticos, de ministerios, secretarías, que para nada sirven. Cuando fui secretario general de la Administración con Velasco Ibarra, el Gabinete se componía del presidente, el secretario general y diez ministros; sesionábamos en una mesa del tamaño de una de comedor. Con los nuevos nombramientos, el presidente consolida y aumenta el círculo correístamorenista, que parece lo tiene maniatado. En el IESS, el negocio de cadáveres, prospera. Todo sigue igual. (O)