Rafael Correa solicita el voto ciudadano en las próximas elecciones utilizando el eslogan “Sin odio pero con memoria”. Inicia así su campaña electoral. Evidenciando la audacia y el cinismo que han caracterizado a este personaje y que tan buenos resultados le han proporcionado. Esta vez se equivocó. Su mensaje encierra una paradoja. Comete impudencia al invocar la memoria ciudadana a su favor, precisamente cuando su rememoración solo conseguirá su rechazo y el voto negativo sancionador para él y sus candidatos en las urnas. Pretende el voto ecuatoriano para sus elegidos y su partido nuevamente, aspira a que olviden los pasados diez años, cuando precisamente nuestro oscuro presente, fruto de su decenal herencia, no permite olvidarlo ni perdonarlo. La memoria será su contendiente silencioso.

Es verdad que en ocasiones anteriores políticos populistas que fracasaron en el manejo del Estado fueron despojados popularmente del mandato presidencial, y que la memoria y el alma generosa ecuatoriana los perdonó, permitiendo su renacer político a pesar de sus pecados. Ninguno de ellos merece el anatema como Correa, por el sacrilegio de inmolar en el altar de la corrupción y de su vanidad el futuro de todo el país. Ha carecido de la valentía de enfrentar a la justicia aceptando un juicio justo e imparcial. Por el contrario, hace gala internacionalmente de perseguido político para ocultar su falta de argumentos para contradecirla.

Para explicarnos su invocación a la memoria de los ecuatorianos en su lema de campaña, debe estar seguro de que existe una amnesia colectiva ciudadana. De ser así, superaría el ejemplo argentino de la Kirchner, con varios procesos penales en su contra, nuevamente en el poder, abusando de la presunción de inocencia y de la falta de memoria gaucha.

Por el contrario, la memoria de los ecuatorianos no les permitirá incurrir nuevamente en el masoquismo político anterior. Con solo escuchar su nombre recordarán el arroz verde, su morosa condena y sus deudas para con el país. No olvidarán el verdadero holocausto financiero y económico del Ecuador de $350 000 000 000, ni de los $70 000 000 000 en sobornos y sobreprecios estimados por el BID, durante sus diez años en el poder.

Solo el pleno convencimiento que debe tener de su sentencia condenatoria y ante la imperiosa necesidad de enervarla –únicamente posible– a través de mecanismos políticos legales extraordinarios exculpatorios hace imprescindible su retorno al poder, esta vez probablemente por medio de uno de sus familiares más cercanos, ante la imposibilidad jurídica de intervenir personalmente en las próximas elecciones.

Las próximas candidaturas presidenciales de los principales partidos políticos deberán estar conformadas por líderes con limpias trayectorias de vida privada y política, permitiendo a los ecuatorianos hacer uso de su memoria para discernir, reconociendo los méritos de aquellos que merecen dirigir sus destinos y sancionando con su rechazo a los responsables de su actual situación. El CNE deberá despejar toda duda acerca de su imparcialidad y corrección.

Es verdad que habrá algunos desmemoriados que romperán la paradoja respondiendo nuevamente al llamado de Correa cual canto de sirenas, pero la mayoría de los ecuatorianos que gozan de buena memoria, ¡jamás! (O)