Este 8 de marzo se conmemorará el Día Internacional de la Mujer. Es una fecha para recordar que seguimos buscando igualdad en derechos laborales y sociales. Es público el incremento de muertes violentas a mujeres por parte de parejas o exparejas. Muchas veces nos sentimos indefensas porque ni las boletas de auxilio nos salvan, también es notorio que tener mujeres en cargos de poder es algo poco común, y las que lo logran son usualmente cuestionadas no tanto por su gestión, sino por su ropa o vida personal, sin embargo, creo que las cosas están cambiando.

Hace poco vi un video sobre Roger Federer, ícono y figura referencial del tenis, en el que lloraba en casi todas las escenas sin importar si eran victorias o fracasos. Lo vi abrazar a su madre, esposa, hijos y a su eterno rival Nadal con la naturalidad de quien está acostumbrado a demostrar sus emociones y sentimientos. Fue una agradable sorpresa ver cómo en medio del machismo que nos abraza innegablemente hay personajes como él que hacen la diferencia. Confío en que esa actitud libre de prejuicios pueda replicarse.

También, creo que es necesario rescatar la sensibilidad natural en los hombres, es lamentable que no puedan llorar en público sin que su masculinidad sea cuestionada. Es injusto que la responsabilidad económica recaiga mayoritaria o exclusivamente sobre ellos. Es inaceptable que deban ocultar sus sentimientos porque la gente asume que son fuertes, aunque muchas veces necesitan un abrazo y ser escuchados. Ahora más que nunca hacen falta hombres que miren con ternura, sonrían honestamente, hablen de sus temores y puedan expresar sus debilidades sin miedo a ser juzgados.

Por consiguiente, creo que es necesario que hombres y mujeres se involucren para convertirse en agentes de cambio positivo en la sociedad. Necesitamos comprender que la sensibilidad es necesaria para el respeto y empatía. Es imperativo que los hombres reconozcan el trabajo, preparación y esfuerzo de las mujeres sin pensar que nos hacen un favor. También debemos alejar la idea de que si un hombre apoya laboralmente a una mujer, lo hace para conseguir “algo” adicional. Los prejuicios son un camino de doble vía y es momento de desarraigarlos para empezar a respetar individualidades sin creernos superior o inferior a causa de nuestro género.

Es importante mantener la libertad para expresar conceptos, pensamientos y que nuestra voz sea escuchada con base en los argumentos que sostenemos, teniendo la tranquilidad de poder estar a favor o en contra, sin ser acusados de “tratar de complacer al patriarcado” o de “sucumbir ante el feminismo”. Basta de etiquetas.

Finalmente, es necesario reconocer que hombres y mujeres sufrimos falta de empatía desde nuestros diferentes frentes y ambos géneros necesitamos reconciliar diferencias y aceptar que somos complementarios. La igualdad debe prevalecer y la violencia disminuir; como decía la escritora Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. Empecemos a trabajar por un mundo donde la igualdad en derechos y oportunidades no sean solo letras en una columna de opinión, sino una realidad que podamos vivir desde la cotidianidad. (O)