A veces la vida nos da regalos inesperados. Siempre me gustó ver llover y en mis tiempos de hippie romántica caminaba en la lluvia con mi abrigo azul. Me enfermaba seguido. Así fue como llegó la tajante prohibición de mamá. Luego de varios zapatos destruidos y largas temporadas de andar con mi escuálida nalga hecha un harnero por el constante antibiótico, opté por simplemente mirar llover. Ahora, gracias a que mi nieto Yoursokiú naciera en Chicago, tengo el placer de ver nevar. A la nieve, para ser perfecta, le falta el ruido que hace la lluvia al caer, pero no se puede tener todo y la música o los sueños siempre pueden reemplazar al sonido de la lluvia.

Mientras cuido al nieto, leo, escribo, doy talleres virtuales y de rato en rato veo el Twitter. A veces la distancia nos hacer perder la perspectiva y creer que este paisito es un paraíso, pero de pronto lindeces como esta nos matan. Copio el tuit:

Ayer en el Comisariato no me dejaron pasar por la caja que solo dice -10 productos por persona. Yo llevaba 16 y estaba con mi nieta de 6 años.

-Le digo:

- Somos dos personas.

¡Sorpresa!

Ella no cuenta como persona.

¿Por fin qué?

#conmishijosnotemetas

#somosonosomos

Como era de esperarse, la gente en las redes arremetió contra esta persona, quien en lugar de meditar sus palabras y su acción, simplemente se defendió a capa y espada. ¿Qué nos pasa? Uno de los defectos más terribles de los ecuatorianos es no aceptar nuestros errores, no “hacernos cargo” de nuestras acciones, como dicen los psicoanalistas. ¿Qué nos lleva a evadir la responsabilidad de nuestros actos? ¿Será el miedo al castigo? ¿Será que somos tozudos de oficio? No lo sé, pero lo que sí está claro es que no somos capaces de aceptar una crítica, cuando asumir los errores es saludable. Siempre debemos pensar que en estas pequeñas vivezas está el germen de la corrupción imperante.

Sin querer comparo mi país, mi ciudad, mi gente, con este espacio que ahora ocupo. Ayer fui a comprar aguacates y bajé solo la “chauchera” porque me pesaban las monedas. Al paso me antojé de unas peras y un chocolate, el momento de pagar no me alcanzó la plata y tuve que dejar las peras, al verlo una mujer se ofreció a pagarlas. ¿Hace cuánto no tengo un gesto así? Vivimos en burbujas sin voltear a ver. Las preguntas se agolpan en mi mente, y lo que es peor, en mi corazón: ¿En qué momento perdimos el sentido de comunidad? ¿Por qué la infracción se hizo norma? ¿Dónde dejamos la brújula?

Sería maravilloso que todos los ecuatorianos comprendiéramos lo fácil que es vivir con respeto. Al final del día se gana tiempo si se respetan las colas. Vivir en un espacio donde la señal de Pare, el paso cebra, el semáforo y la luz direccional tienen una razón de ser, hace que el conducir un auto no nos agobie ni estrese.

Salgo del Twitter, no quiero dañar este momento. La nieve no para de caer, parece que ha decidido hacerme feliz el día de hoy. (O)