Durante las últimas semanas, con diversos actos, tanto en Quito cuanto en Guayaquil, las FF. AA. del Ecuador han recordado los 25 años de la gesta gloriosa del Cenepa.

Fue un momento de gran unidad nacional, una muestra superlativa de lo que se llama poder nacional. Ese poder que surge de un pueblo cohesionado, que se afianza en un liderazgo político auténtico y no manipulador de la guerra para beneficios electorales internos, que cuenta en esas circunstancias con medios de comunicación desprendidos de cualquier interés que no fuera el de la patria, y por sobre todo que tiene unas FF. AA. profesionales, patrióticas y totalmente subordinadas a la Constitución, a la ley y al poder civil.

Fui un testigo de privilegio, pues junto al presidente Sixto Durán-Ballén, de impecable liderazgo en el episodio, me tocó compartir el peso y el agobio de dicho conflicto.

Es mucho lo que se puede reflexionar sobre este episodio de nuestra historia, pero quiero concentrarme en este artículo en el rol jugado por las FF. AA., en su situación en aquel momento, y en la situación que viven hoy.

Lo expresé en un importante panel celebrado en esta ciudad, con la presencia del alto mando y muchos oficiales de las tres ramas de las FF. AA. El gran éxito del Cenepa se dio porque las FF. AA. tenían la moral en alto y fueron respaldadas por todo el pueblo del Ecuador. Esa moral que existía en los soldados, suboficiales y oficiales inferiores, de saber que sus oficiales superiores eran gente honesta, no involucrada en tráfico de drogas, en ilícitos, ni contaminadas por el poder político. Que eran militares serios, honorables. Había la convicción de que servían a la Patria, y no a proyecto político alguno. Esto contrastaba con las del Perú, manoseadas por el mortal dúo Fujimori-Montesinos, que terminó siendo un elemento devastador para la moral de esas fuerzas del sur. Esa oficialidad sí estaba al servicio de un proyecto político, además corrupto, como se evidenció con posterioridad.

Una moral alta también venía de saber que la institucionalidad de las FF. AA. estaba garantizada. Los mandatarios no interveníamos en privilegiar ascensos, no requeríamos que los mandos fuesen fieles o leales a un proyecto político, sino a la Patria. No interveníamos en qué armamento se debía comprar, no interferíamos en el tema técnico de lo que es la milicia. A su vez, ellos respetaban a sus legítimos superiores, al poder civil.

Esa moral alta también venía de saber que el equipamiento era adecuado, que los entrenamientos y la formación militar eran los correctos. De hecho, fue una sorpresa para el enemigo darse cuenta de que nuestras FF. AA. tenían cómo defender nuestra heredad territorial eficazmente, y honrar la frase famosa del presidente: “Ni un paso atrás”.

Comparemos esas FF. AA. con las que dejó la FaRC (familia revolución ciudadana). Unas FF. AA. a las cuales se las manoseó infamemente para ascensos. Se decapitaba a todo aquel que se atreviera a cuestionar la perversa relación que buscaba el Ejecutivo, de subordinación de la institución armada a un proyecto político. Se llegó a decir, “pues gobernaremos con tenientes”.

Recordemos que se iba a los cuarteles a decirles a los suboficiales y a la tropa que los oficiales eran “pelucones”, que comían en platos de oro, mientras que mataban de hambre a la tropa. ¡Qué infamia tan grande! Si hay unas FF. AA. en este continente que no son clasistas, son precisamente las del Ecuador. Las conozco a fondo, y esa es la verdad.

Y ni qué hablar del equipamiento. Mientras en la Guerra del Cenepa teníamos los Mirage, los Kfir y los Jaguar equipados y funcionando (al punto de haber ganado la única batalla aérea realizada en la historia de este continente), hoy no tenemos aviones operativos. La pista de Taura estuvo inutilizable por huecos en la misma.

No hemos reemplazado los aviones que ya dejaron de volar. Nuestro ejército tenía misiles de última generación, artillería en excelente estado y todas las facilidades logísticas. Nuestra Armada, que mantuvo total libertad del tráfico marino tenía todas las naves operativas y con poder de fuego adecuado. Y cuando hace 25 años nuestras FF. AA. estaban bien equipadas, el petróleo estaba a $17, no a $100 o $140.

En realidad, en lo moral, en lo institucional, en su equipamiento, las FF. AA. fueron gravísimamente afectadas por la FaRC.

Preguntémonos qué pasaría hoy si hubiera un conflicto armado. Preguntémonos qué equipamiento tenemos. Preguntémonos cómo está la moral de la institución, qué siente la tropa respecto de los oficiales, cómo está la unidad entre las fuerzas y dentro de las fuerzas.

La gloria del Cenepa nos obliga a revisar la situación de una institución clave y vital para la patria y para su supervivencia. Jamás podremos creer que por no existir ya un diferendo con el Perú, no haya un rol importantísimo para la institución armada en el país.

Su recuperación, en lo moral, institucional y equipamiento, es un deber no de la oficialidad solamente, no de los mandos únicamente. Es deber de todos los ecuatorianos: gobernantes y gobernados. (O)

El gran éxito del Cenepa se dio porque las FF. AA. tenían la moral en alto y fueron respaldadas por todo el pueblo del Ecuador.