El inicio de este nuevo año, antesala de los comicios presidenciales y legislativos, nos impulsa a reflexionar sobre lo vital para el desarrollo nacional que es la planificación agropecuaria, sin que esto libere al actual Ejecutivo de realizarla aun a sabiendas del poco tiempo que le queda de ejercicio, precisando lo que realizará en los próximos meses para impulsar la consecución de las metas propuestas. Siempre hemos sostenido que el primer y gran objetivo a cumplir debe ser el bienestar de los productores, pues teniendo agricultores satisfechos será factible que continúen dedicándose a la gran tarea de crear la riqueza primaria del país.

En los años setenta del siglo pasado, cuando el Ministerio de Agricultura era lo que debe ser, un superministerio, la planificación de las actividades vinculadas con el agro eran de su exclusiva responsabilidad, ahora algunas le han sido arrebatadas por otras carteras de Estado como Comercio Exterior, Industrias, Medio Ambiente o Turismo, o secretarías como la del Agua, que reman por sus propios andariveles creando ineficiencia, contradicciones, caos burocráticos y superposición de funciones, imposible de ajustarse a una programación que busque el gran desarrollo nacional producto de la efectiva vinculación del agro con los otros sectores que la complementan como la agroindustria y el comercio.

Se hicieron intentos por armar políticas públicas que respondan a las necesidades del campo como la propuesta del año 2016, contenida en dos voluminosos tomos, dignos de una enciclopedia, denominada La política agropecuaria ecuatoriana. Hacia el desarrollo territorial sostenible 2015-2025, I y II parte, sin duda pensándose que la revolución ciudadana se alargaría por una década más siguiendo la tónica de planes y más planes teóricos, llenos de contenidos políticos y filosóficos que nunca cristalizarían en obras y trabajos concretos. Fue un ensayo teórico producto del concurso de varios tecnócratas que plasmaron ideas de casi imposible realización. Se destacó un interesante capítulo con afirmaciones críticas al propio régimen en que se señaló lo inútil que fueron los diez años iniciales del gobierno del autócrata en el área agrícola, aun con los recursos que en exceso estuvieron a su disposición.

La planificación agrícola que se reclama tiene que ajustarse a la realidad nacional, que tome en cuenta la potencialidad ecuatoriana de ser un país ecuatorial de connotaciones especiales como para convertirse en un gran proveedor y exportador agroalimentario y agroindustrial, especialmente de hortalizas y frutales, algunos apreciados como exóticos bien cotizados, que el mundo desarrollado consumidor demanda, agregando valor con una calificación orgánica certificada, sanos, de inocuidad comprobable y protegidos por indicaciones geográficas que destaquen su privilegiado origen.

Aun así, todo se estrellará en el gran muro impuesto por un vigente presupuesto, con mínima asignación para el sector, que no alcanzará para responder a la ejecución de ningún planteamiento que se fundamente en una efectiva planificación, solo superable por un gobierno que demuestre suficiente voluntad política como para hacer realidad la prioridad que le corresponde por mil derechos a la agricultura, que nunca se le ha conferido. (O)