Sentados a la mesa los dueños de los poderes fácticos nacionales e internacionales de América Latina, con hambre de volver a los banquetes que disfrutaban con exclusión de la mayoría de comensales, ordenaron golpes de Estado. La carta ofrecía variedades de ese plato: el tradicional, sostenido por los fusiles militares, y el nuevo, el juicio político parlamentario, que ya había rendido frutos con la destitución de Fernando Lugo en Paraguay.

Empezaron con Zelaya, presidente de Honduras, que había eliminado el monopolio energético de las transnacionales estadounidenses y reducido la pobreza. Quiso consultar al pueblo para elegir una Asamblea Constituyente y lo acusaron de vender a la patria. Los militares lo sacaron de su cama y en pijama lo enviaron a Costa Rica. Inventando una renuncia lo destituyó el Congreso. La secretaria de Estado de Estados Unidos de América (EUA) reveló que usaron su poder para que Zelaya no regresara a la presidencia.

Luego le tocó el turno a Brasil, donde gobernaba Dilma Rousseff, quien, con su antecesor, Lula, lograron que 40 000 000 de personas salgan de la pobreza, el PIB se triplicó según el Banco Mundial. Mas a algunos nos les interesa que dejen de ser pobres los pobres y JP Morgan convocó a publicitarios para desestabilizar el régimen. Empezó el juicio político contra la presidenta por faltas baladíes, cometidas por todos los gobiernos. Dijo el New York Times: “Ella no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de ladrones”. La mayoría de los diputados estaba procesada por verdadera corrupción. Temer, el vicepresidente traidor, declaró que el juicio era necesario para crear un pacto y detener el avance de las investigaciones por sus manos sucias.

Y ahora, Bolivia, que, como otros países latinoamericanos ha soportado innumerables golpes de Estado. En la década del 60 la CIA participó en operaciones antisubversivas. De 1966 a 1968 el ejército mató entre 3000 y 8000 miembros de la población minera. En 1971 el general Banzer, con el apoyo de EUA derrocó al presidente Torres, quien había asumido el poder en hombros de trabajadores, campesinos y estudiantes, dictado nacionalizaciones, aplicado una política pluralista, de respeto a la autodeterminación y medidas que no gustaron al coloso del norte. En el marco del Plan Cóndor, ideado por EUA, fue asesinado en Argentina.

El 2006 llega al poder un indígena, Evo Morales, quien contaba que a sus padres les tocó caminar por donde andaban los vehículos y animales, porque los blancos y mestizos ocupaban las aceras. Ellos, como escribió el Financial Times, gobernaron por mucho tiempo Bolivia. Su gobierno, dice el diario británico, trajo estabilidad, redujo la pobreza, otorgó bastantes derechos a los amerindios, el 82,9 % de la población según censo del 2017. Dio identidad a 37 pueblos indígenas, Bolivia es un Estado plurinacional. Morales expulsó a la USAID por conspiración e injerencia y al embajador estadounidense por alentar el separatismo de varias regiones del país. El FMI aseveró que en este año Bolivia tendría el mayor crecimiento económico regional.

Evo cometió un grave error: llamó a un referéndum y luego se postuló a la reelección, a pesar de que le fue adverso el resultado. No importa que el Tribunal Constitucional, por razones jurídicas válidas se lo haya permitido y el pueblo lo haya votado.

Pero ello no justifica el golpe. El mismo mandatario lo había anunciado. El día que sufrió un “accidente” en un helicóptero, se difundió un video. “Esta noche va a caer Evo”. Camacho, el multimillonario líder de una organización fascista responsable de numerosas agresiones, cuyos miembros saludan al estilo nazi, se reunió con representantes de los gobiernos colombiano y brasilero y la oposición venezolana. Su familia perdió parte de su fortuna cuando el gobierno de Morales nacionalizó el gas, consta en los Panamá Papers. “La Pachamama nunca volverá al palacio” proclamó después del golpe. Los indígenas sobran, había que quemar la wiphala. La autoproclamada presidenta Áñez manifestó que el precepto constitucional de que Bolivia es un Estado laico, constituye una impostura.

Noam Chomsky, insigne intelectual estadounidense, afirmó: “El golpe es promovido por la oligarquía boliviana y cuenta con el total apoyo del Gobierno de Estados Unidos, que desde hace mucho tiempo está ansioso por expulsar a Morales y a su movimiento del país”. Adolfo Pérez, premio nobel de la paz, coincidió en el papel de EUA.

La OEA propagó un informe preliminar que sirvió para justificar el derrocamiento de Evo. Informe que ha sido desmentido por congresistas de EUA, el Centro de Investigación Económico y Político estadounidense y el Washington Post, entre otros. Y no se permitió al tribunal electoral replicarlo, porque sus integrantes están presos y acanallados.

El fascismo, capitalismo y violencia –como enseñaba Upton Sinclair– gobierna Bolivia. Destruyó viviendas de Evo, su hermana, exfuncionarios del gobierno precedente y del partido y los amenazó de muerte. Por ello el presidente y demás dignatarios renunciaron. No les bastó el llamado a elecciones, ni la remoción de los miembros del tribunal electoral, ni acataron la exhortación a dialogar. Han asesinado y atentado a la libertad de expresión.

En el viaje al México que dio asilo a Morales, el Gobierno ecuatoriano nos llenó de oprobio y, como otros, no permitió a su avión volar sobre el espacio aéreo ecuatoriano.

Los luchadores sociales como la histórica Domitila Barrios, que con la huelga de hambre que hizo con unos pocos, que fueron miles después, logró que dimitiera Banzer, portarán la antorcha para salir de la barbarie. (O)