Son las opciones del Estado de derecho. La conocida figura de la dama vendada, sosteniendo en una mano alzada la balanza y en la otra la espada con la que desde tiempos inmemoriales se representa a la Justicia, representa la razón y la equidad derivadas de la correcta aplicación de las leyes. El equilibrio entre derechos y obligaciones. Si sostiene en la otra mano la espada, es porque cuando la razón es desatendida y se produce el desequilibrio en la balanza, la espada, la fuerza, constituye el medio para equilibrarla implantando compulsivamente el derecho. La fuerza pública y las Fuerzas Armadas al servicio del Estado garantizan la paz interior, integridad territorial y amenazas externas, respectivamente.

La fuerza es monopolio del Estado. Su mandato es imponerla para el imperio de la ley y constituye la razón de ser del Estado. Sin ella, el terror, desorden, abuso y el crimen no tendrían otro freno que el de la ley de la selva.

El mes pasado, durante el paro nacional convocado por la Conaie, observamos una desproporcionalidad manifiesta entre la resistencia pasiva transformada en combativa y además vandálica, de indígenas, correístas y de extremistas de izquierda, con el uso limitado de la fuerza que aplicaron la policía y las Fuerzas Armadas para proteger el orden y la seguridad ciudadana. Esto ha provocado un sentimiento de inseguridad colectiva, muy marcadamente en Quito, que seguramente llevó al presidente a la necesidad de recordarle a la ciudadanía la prohibición legal de adquirir armas para la seguridad y protección personal, como resultado de la desconfianza generalizada de la que limitadamente le proporcionara el Gobierno.

El presidente de la Conaie, evidenciando su encubierta identidad correísta, camuflada silenciosamente como durmiente agente conspirador, despertó de su programado letargo al llamado de Correa al complot desestabilizador, excitando a los indígenas al desconocimiento del orden constitucional, al secuestro, la desobediencia a la fuerza pública, ataque a los centros estratégicos del Estado, la paralización del país y el derrocamiento del Gobierno. Asumió entonces públicamente, sin reparo alguno, su verdadera identidad de conspirador correísta infiltrado en la Conaie.

Al fracasar su intento de derrocar al Gobierno, trató entonces de deslindar su autoría y responsabilidad en el terror, aduciendo sin rubor alguno que el vandalismo y el terror eran obra de infiltrados correístas, ocultando cínicamente que el principal infiltrado era él y pretendiendo evadir la acción de la justicia penal, que confiamos le será aplicada, igual que a todos sus cómplices con el máximo rigor de la ley.

Amenaza con un nuevo paro. Con un ejército propio. Ya no disimula. Ahora pretende gobernar. Esperamos que para este segundo acto, directivos e integrantes de la Conaie se hayan percatado de la verdadera identidad de su presidente y prime la ponderación en sus nuevas demandas, evitando nuevos enfrentamientos con la fuerza pública y ser arrastrados a un nuevo “anochecer en la mitad del día”. Que el Gobierno, la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas estén preparados para controlar eficientemente esta vez nuevas protestas, y las pretensiones desestabilizadoras del infiltrado, por la razón o la fuerza. Gobernar es saber elegir. (O)