Después de que el testamento de Eugenio Espejo fue extraído ilegalmente del archivo nacional, seguramente vendido por algún funcionario, nos quedamos esperando que el ministro de Cultura, Juan Fernando Velasco, establezca, como mínimo, responsabilidades administrativas. Pero ahí sigue el director ejecutivo del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural tan campante.

Desde hace años que se sabe que hay quienes seducen a investigadores, sobre todo extranjeros, para que adquieran documentos históricos a precio de chicle en el país. Y desde hace meses que Velasco podía iniciar una firme iniciativa no solo para saber quién se llevó el testamento del símbolo de la libertad, de la lucha por la sabiduría y la ciencia de este país, sino para demostrar que algo le vale la cultura. Pero esta falta de respuesta es más trágica que la pérdida misma, pues el ministro representa todo lo que Espejo no fue, y nos confirma que su espíritu, como su testamento, no tiene la importancia que debería para el país.

Debido a la ineficiente ejecución del Ministerio de Cultura, para el próximo año contará con 8 millones de dólares menos, pues así es como se definen los presupuestos estatales. Será muy fácil echarle la culpa al ministro anterior, pero se sabe que cualquier persona con una elemental lógica de ejecución presupuestaria pudo haber cumplido las metas de un ministerio tan pequeño. Solo que Velasco no es ningún Espejo.

El llamado Festival de las Artes Vivas de Loja más parece el festival de los vivos, pues primero seleccionan como directora a una persona que se dedica al comercio de artículos de ferretería y luego la remplazan con el director artístico anterior, quien en 2017 adujo que, en una ciudad de alrededor de 250 000 habitantes, con capacidad de alojamiento de aproximadamente 3600 personas, hubo 300 000 espectadores. Eso significaría que toda la población de Loja asistió a varios eventos, tal vez simultáneamente, incluidos los bebés de pecho.

El arte y la cultura tienen valor propio, pero tienen también uno económico. Seguir invirtiendo de esta manera en la supuesta vitrina de las artes escénicas del país, donde en lugar de cualquier otro artista nacional está previsto que el mismo ministro de Cultura se presente, está lejos de cumplir cualquier expectativa básica. Pero Velasco se olvida de que su función no es fomentar su propia economía naranja, sino la del país. En lugar de autoprogramarse, debería estar preocupado por crear mercados para que, por ejemplo, con la ley que fomenta la adquisición de equipos audiovisuales, los productores puedan amortizar estas compras vendiendo sus productos.

También es posible que esté muy ocupado cumpliendo con su presidencia de la Sociedad de Autores y Compositores (Sayce), periodo 2017-2021, para poder apersonarse de las reales responsabilidades de la función encomendada. Parece que los lactantes no solo asisten a las funciones bajo techo y en exteriores del festival de Loja para que los organizadores cuenten cabezas como indicador de éxito en su rendición de cuentas, sino que además dirigen el quehacer cultural público y privado del Ecuador. (O)