Ecuador: drama y paradoja es un libro publicado en 1950 por el diplomático y profesor ecuatoriano Leopoldo Benites Vinueza. Se trata de un ensayo sobre la historia del Ecuador escrito de una manera muy diferente a lo tradicional. Lo curioso es que 70 años después de su publicación su contraportada, en la que describe la realidad ecuatoriana, continúa teniendo vigencia: “… una minoría que se privilegia a costilla de la gran mayoría; una estructura política caudillista, manipuladora, perversa, divorciada de los reales intereses de las gentes a quien dice querer servir, que vela solo por sus propios intereses […] una nación en ciernes aún por construir”.

Drama y paradoja es tal vez la mejor manera de describir “el octubrazo”, “el dieselazo”, “la revuelta de octubre”, o como sea que vaya a pasar a los libros de historia la serie de acontecimientos que vivimos en días pasados.

Considerando que, en literatura, drama es una representación que incluye una mayoría de situaciones que son tensas y conflictivas, una vez que se anunciaron las nuevas medidas económicas, en el país no hubo más que tensión y conflicto durante días. Luego del drama del 2016 y todos los sentimientos maravillosos que afloraron en la gente para ayudar a nuestros hermanos afectados por el terremoto, esta otra cara del Ecuador nos dio una imagen degradante de país: edificios públicos incendiados, medios de comunicación atacados, periodistas y manifestantes agredidos y un sentimiento de cólera permanente que duró once violentos días. Lo único en lo que estos actos violentos se parecieron al terremoto es en el daño económico que trajo al país, que superarían los $2300 millones.

Pero la paradoja que vivimos esos días fue casi poética. Una paradoja son dichos o hechos contrarios a la lógica. De hecho, paradoja es una figura literaria que consiste en emplear expresiones o frases que implican contradicción. Estuvimos inundados de paradojas esos días.

Las causas ambientales de muchas de las comunidades indígenas en el Ecuador son loables, aun cuando no comparta muchas de ellas. Quizás la principal lucha ambientalista es contra la extracción y el consumo de combustibles fósiles y la contaminación que esta genera en el planeta. En el Ecuador, este consumo ha sido facilitado por el gobierno durante 45 años, mediante el subsidio a los combustibles.

La lógica económica nos permite concluir que la única forma de detener el consumo de combustibles fósiles es 1) que estos naturalmente se terminen o 2) que se incremente el consumo de energía alternativa, reemplazándolos. Pero el paradójico ambientalista del Ecuador pide un subsidio de combustibles fósiles distorsionando el efectivísimo sistema de precios que eventualmente frenaría su consumo.

Esto es una paradoja como ninguna otra: pedir un subsidio a combustibles fósiles desbarata su “causa” ambiental. Para exigir que se elimine el subsidio deben cambiar de bandera. La verde es incoherente. Todo esto sin contar la inmensa contradicción de quienes se manifestaban violentamente, quemando llantas, incendiando árboles, dejando también en cenizas su agenda medioambientalista.

Vamos para el bicentenario siendo república y seguimos coleccionando dramas y paradojas. Una minoría eligió, a punta de violencia, por una mayoría. Hubo muchos cálculos políticos en pleno caos. Seguimos siendo “una nación en ciernes aún por construir”. (O)