De los diez y siete objetivos de desarrollo sustentable al 2030, planteados por las Naciones Unidas, aceptado por la mayoría de países incluido Ecuador, sobresale sin lugar a dudas el número dos, que consiste en lograr que la población mundial supere la escasez de alimentos, coincidente también con el plazo dado de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para que la temperatura promedio mundial no aumente más allá del 1,5 grados, so pena de causar desórdenes climáticos que podrían tornarse catastróficos, que atentaría al cumplimiento de la acariciada meta alimenticia.

Cifras que maneja la FAO establecen que para finales de 2018 una de cada 9 personas sufrieron hambre, para un total de 821 millones, incluidas 42,5 millones de América Latina y el Caribe, afectando en gran número a niños al borde de morir por falta de alimentos, señalando el organismo creado para impulsar la agricultura y la alimentación, que la insuficiencia nutritiva alcanza un volumen equivalente a la población de Indonesia, Estados Unidos y Pakistán, juntos, profundizándose cada día esa pavorosa situación, sin que los esfuerzos del mundo organizado conformado por empresarios privados, ciudadanos y entidades públicas, puedan vencer esa descarnada realidad.

Es justo dejar constancia de que una de las naciones que más exitosamente ha combatido el hambre es la República Popular China, que exhibe orgullosa el haber extraído de las garras de la pobreza a 700 millones de chinos en poco menos de 40 años, proponiéndose arribar en tres años a la meta de hambre cero que a la vez significa eliminación de la pobreza creando lo que sus dirigentes llaman “una sociedad modestamente acomodada”. Este desafío próximo a alcanzarse, se fundamenta en el monumental apoyo a la agricultura, conjugando la tradicional forma de dedicación y trabajo en el campo con la utilización de modernas tecnologías con maquinarias y equipos de avanzada y el permanente apoyo a la investigación, financiada con holgura, sin resquemores y el lastre de pensamientos políticos ya superados.

Al observar un reciente informe de la ONU, originado en Chile, se encuentra que entre los once países latinoamericanos que no han tenido variaciones positivas en el número de personas desnutridas, en los tres últimos años, se encuentra penosamente Ecuador al que se le adjudica un 7,8% de habitantes mal nutridos, sin calificarse con padecimiento de hambre extrema, pero sí con un desbalance en la dieta diaria motivado por el bajo consumo de legumbres, frutas y proteínas. Creemos que hay suficiente tiempo para sumarse a la privilegiada nómina de estados que llegarán al 2030 consiguiendo el gran objetivo número dos o hambre cero.

Se mantiene el optimismo que con más educación y especializada enseñanza, unida a una constante investigación agraria, privilegiando las actividades rurales en las que no debe faltar la acuacultura y pesca y además del aporte decidido de una dinámica empresa privada, se superarán las trabas que frenan el desarrollo agroalimentario y así desprenderse de la lista de países que no cumplirían los objetivos de desarrollo sostenible del 2030. (O)