Semanas atrás, me topé con que la estatua del general José Artigas había sido removida del parque de Urdesa, ubicado en la avenida Circunvalación Norte. Ahora, cuando uno pasa por el perímetro del mencionado parque, se encuentra con un cerramiento que impide no solamente el acceso al parque, sino además el registro visual de lo que ocurre adentro del mismo. Paralelamente, el vicealcalde de la ciudad, Josué Sánchez, promueve un proyecto nuevo en los parques de Urdesa. Dicha propuesta pretende conectar a los dos parquecitos de Urdesa con Guayarte, el reconocido proyecto de la administración municipal anterior, que revivió ambas orillas del estero Salado insertando locales gastronómicos y algo de espacio público.

Hay dos cosas que preocupan cada vez a más guayaquileños, además de a este servidor, y estas son la pérdida de vegetación arbórea dentro de los espacios públicos de la ciudad y la pérdida de la memoria urbana. En la conferencia que di en el TEDx Peñas del año 2012, mencionaba que el Guayaquil de antaño tenía dos enemigos: el fuego y la salvaje naturaleza que nos rodeaba. Contra el fuego encontramos un gran aliado en el hormigón. Sin embargo, debemos cambiar nuestra mentalidad respecto a la naturaleza, quien ya no es un enemigo, sino un aliado indispensable. Guayaquil ha crecido tanto, que ahora debemos insertar a la naturaleza dentro de nuestras zonas urbanas; algo inconcebible e innecesario para los guayaquileños del siglo pasado. Las nuevas intervenciones en la ciudad deben dar cabida a nuevos árboles generadores de sombra y de aire puro.

En este caso en particular, me preocupa que se retire una estatua de un espacio público, para reemplazarla por algo tan genérico como unos domos geodésicos. No digo esto porque me preocupe el valor estético del monumento, o porque vea disminuido el legado histórico del general Artigas. Dicha escultura es una de las tantas hechas en serie, que la República Oriental de Uruguay mandó a regalar a sus países amigos (en Ecuador tenemos dos de esas. La otra se encuentra en la mal llamada “Plaza Artigas” de Quito, que en verdad es un distribuidor de tránsito vehicular), y estoy seguro de que las proezas hechas por Artigas durante la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata están ahí, esperando ser aprendidas por quienes tengan ganas de conocer más sobre nuestra historia sudamericana, con o sin monumento.

Estoy convencido de que se puede reavivar el uso de los parques de Urdesa promoviendo actividades culturales y gastronómicas, sin necesidad de remover esculturas. Solo se debe agregar mobiliario urbano. ¿Se imaginan si en las ciudades de Europa se arrancaran esculturas para poner patios de comida en sus plazas? Europa estaría llena de ciudades genéricas y su interés cultural sería nulo.

Le pido un minuto de reflexión a las autoridades municipales y a los arquitectos gestores de estos bien intencionados proyectos –estimados colegas y apreciados amigos– que no nos quiten a los guayaquileños el poco contexto histórico que nos queda, ni la poca sombra arbórea que ha logrado sobrevivir hasta nuestros días. (O)