La balsa es una madera de peso ligero, que flota en el agua. Es usada desde antes de la Colonia para construir embarcaciones que, según Jenny Estrada, surcaron el Pacífico hasta México al norte y hasta Chile al sur, donde se conservan vestigios de las conchas Spondylus.

Nuestro país es como una balsa. A pesar de los malos gobiernos, seguimos flotando. En los últimos 40 años que se cuentan desde el final de las dictaduras militares, hemos tenido de todo: para mí, los dos acontecimientos más importantes han sido, en primer lugar, la victoria obtenida en la guerra del Cenepa, en lo militar, en lo diplomático y en el campo mediático. El Ecuador, sobre la base de estos triunfos, pudo iniciar, en el mismo gobierno de Sixto Durán-Ballén, febrero de 1996, las negociaciones que fructificaron en la paz de Brasilia en octubre de 1998. Se cerró una larga y amarga historia de conflictos con el Perú, que se iniciaron antes de que existiéramos como república independiente de la Gran Colombia. Nunca me gustó el resultado final porque anhelábamos que la frontera tuviera como límite arcifinio el río Cenepa. El presidente Durán-Ballén y yo no asistimos al acto, para expresar nuestra disconformidad con lo acordado. Pero fue la paz.

El segundo suceso es la dolarización. Esta ha traído la paz social. Ha alejado el terrible azote de la inflación monetaria, porque los gobiernos no pueden emitir moneda. También ha estabilizado los precios de los servicios que satisfacen las más importantes necesidades humanas. Si bien es verdad que perdimos la soberanía monetaria, ¿para qué nos servía si era un arma a discreción de los gobiernos para remediar sus necesidades monetarias mientras el pueblo sufría el constante incremento del costo de la vida? La dolarización entró como una medida desesperada en el gobierno del mismo presidente Mahuad, que tuvo tan lúcido inicio. Fracasó en la conducción económica del gobierno, pues el costo de la vida estaba ligado al fluctuante valor del dólar. La acumulación de errores le costó el puesto al presidente, y su sucesor constitucional, Gustavo Noboa, tuvo el acierto de ratificar la dolarización.

Ambos presidentes, Durán-Ballén y Noboa, fueron honrados y ennoblecieron sus cargos. Con ellos sí se podía hablar de la majestad del poder, pues son dignos, honestos y virtuosos. Sus gabinetes fueron de hombres y mujeres como ellos.

Al contrario de otros, el presidente Durán-Ballén nunca hizo propaganda de sus obras, de que redujo el tamaño del Estado y la inflación. Perdió popularidad. Preocupado, consultó al cardenal Muñoz Vega quien lo convenció de que solo informara. Lo hizo, subió su popularidad y se retiró del gobierno con la certeza de haber cumplido con su tarea.

El gobierno del presidente Moreno necesita una mejor conducción de la economía. La balsa flota, pero también puede hundirse por acumulación de agua. Sus grandes problemas son la deuda y la producción exportable. Tal vez deba reforzar su frente económico llamando a los expertos de Sixto y de Lucio y formar una especie de brain trust que impida el naufragio de la balsa. (O)