Definitivamente, quienes más han aportado a la teoría de los ciclos adaptativos son los holandeses Toon Abcouwer, Bas Smit y Tanja Goense. Este planteamiento –que se utiliza en diferentes campos, como la economía, la arquitectura o la biología– establece que todas las organizaciones orgánicas pasan de manera cíclica por cuatro fases: desarrollo, equilibrio, crisis y reorganización.

Es interesante usar este principio para filtrar tanto la historia como los tiempos complejos que vivimos. Por ejemplo, todas las civilizaciones de la historia humana han pasado por las mencionadas etapas. Egipcios, babilonios, griegos, romanos, bizantinos, españoles, franceses e ingleses… todos ellos tuvieron etapas en las que se organizaron, crecieron de manera estructurada, llegaron a una etapa de estancamiento y colapsaron. Su caída sirvió para que de sus escombros nuevas sociedades y culturas emerjan. Se trata de una forma de entender el ciclo orgánico de las colectividades, y se aplica en nosotros como especie animal, de la misma forma en la que se hace sobre cualquier otra especie de ecosistema. Ello nos permite realizar un paralelismo entre analogías, recurriendo a una figura mucho más cercana a nuestras vidas. En muchas sociedades se suele hablar de la famosa “crisis de los 40”, en la cual se hace referencia –quizá de manera condescendiente y permisiva– a la aparición en los hombres de esa necesidad por sentirse nuevamente conquistadores, ignorando en ocasiones a la pareja y a la familia. Curiosamente –y de manera acorde con los valores de nuestra época– en estos tiempos dicha crisis también se expresa entre las mujeres.

En general, parece ser una necesidad instintiva de autodemostración, en la que se busca reafirmar que aún somos capaces de hacer lo que hacíamos cuando éramos más jóvenes. Desde la perspectiva de los ciclos adaptativos, los humanos de cierta edad tendemos a actuar en una completa negación de lo que el tiempo ha hecho en nosotros, justo cuando en la cumbre de nuestra etapa de crisis, previo al inicio de nuestro colapso. Dicha figura calza perfectamente en los imperios y en los países.

Los Estados Unidos han sido y son un interesante experimento histórico. En él conviven las nobles aspiraciones de la libertad, sobre una estructura que se sostuvo por siglos sobre la esclavitud. La visión de la igualdad de derechos y oportunidades entre sus ciudadanos coexiste de manera contradictoria con modelos de segregación aún vigentes hasta nuestros días.

Para muchos, la figura de Donald Trump es la causante de muchos retrocesos logrados por los movimientos de los derechos civiles de los años 60 y 70. Sin embargo, una visión un poco más profunda permite entender a Trump no como el causante de una crisis, sino como el síntoma de una agrupación racial que ve amenazada su hegemonía sobre otras etnias. Dicho en otras palabras, estamos presenciando el final de un capítulo de unos Estados Unidos predominantemente blancos y el inicio de unos Estados Unidos mestizos.

Los posibles desenlaces ante esta encrucijada son diversos y difíciles de predecir. No queda más que sentarse y presenciar el desenlace de esta historia. El experimento histórico continúa. (O)