@BeatrizHLeón

Esa debilidad que tenemos los humanos por creer, por ilusionarnos, se pierde cada año ante la mediocridad de nuestros políticos. Y sin embargo a veces, gracias a personas puntuales, la esperanza renace. Tal vez porque sentimos que la política está en todas partes y que lejos de los salones de autoridades transitorias, están ecuatorianos distintos, trabajadores que hacen que nos ilusionemos por encima de la cotidianidad.

La esperanza nace de ver ecuatorianos que se escapan de lo usual, de estar cómodos y obedientes salen para mostrarnos los márgenes y abrir caminos, arriesgarse a ser más grandes como individuos y con su ejemplo, ojalá, engrandecer nuestro país.

Esta semana, en el lanzamiento del libro de Guillermo Meza sobre el compositor ecuatoriano Luis Humberto Salgado vimos ese brillo del historiador que intenta mostrar la música académica ecuatoriana. ¡Qué necedad en su esfuerzo por hacer sobrevivir al músico pese a los insolentes ministros y autoridades de cultura que desdeñan lo clásico, que no buscan la memoria nacional más allá de sus mezquinos amigos y compinches! Hay esperanza cuando la Orquesta Sinfónica de Cuenca se esmera para seguir estrenando las sinfonías de quien sea quizás el más imaginativo y singular músico ecuatoriano del siglo XX.

Esperanza es la que traen deportistas que no se rinden ante el menosprecio a un país chico que se encoge más por sus sempiternos mediocres dirigentes. Son esos atletas los que nos emocionan al ver en las pantallas del mundo el corazón de Neisi Dajomes, los sueños de Mell Reascos, de Karla Jaramillo y del inmenso Richard Carapaz que nos hace volar ilusionados por Italia. Ya vienen los Panamericanos para acercarnos a las Olimpiadas, muchos de estos deportistas llegarán por sus méritos a pesar de los líos de sus federaciones y de las ruindades de nuestras autoridades.

Julio César Trujillo logró sacarnos del escepticismo al que la política nos acostumbra por medio del bodrio de corruptelas y farsantes. Acostumbrados a oír discursos vacuos de campaña, hace dos años el país eligió la continuación del correísmo a falta de mejor propuesta. De las acciones correctas del presidente Moreno nació una consulta popular que sin tibiezas mostró un país dispuesto a dejar atrás el autoritarismo y la corrupción de la década desperdiciada. Así llegó el Dr. Trujillo a dirigir la transformación con acciones firmes y pocos discursos. Nos dio esperanza de cambio, de un Ecuador que sí puede construir instituciones a pesar de los caudillos y las trampas. La mayoría de los ecuatorianos podemos decirle gracias, buen hombre, reconocemos al viejo amable y honrado que nos mostró el país posible, el que debemos seguir construyendo con el orgullo de su memoria.

Spinoza decía que la esperanza es la falta de conocimiento y la debilidad de la mente. Los simples recurrimos a la poesía para fortalecer esas debilidades y por ello despedimos también ahora al buen hombre con Antonio Machado:

Dice la esperanza: Un día/ la verás, si bien esperas/ Dice la desesperanza:/ Sólo tu amargura es ella/ Late, corazón... No todo/ se lo ha tragado la tierra. (O)